El Hombre tenía muchísimas inquietudes, su mente formulaba preguntas a un ritmo demencial y no se detenía hasta obtener las respuestas. La larga lista de interrogantes se acomodaban en estricto orden de prioridades.
Después de varios años y múltiples contratiempos el sillón del tiempo (así lo llamaba) estaba listo. Contrario a lo que imaginara inicialmente, el diseño final había quedado más simple y eficiente.
John sabia de sus limitaciones, su aparato no viajaba en el espacio, tenía que "anclarlo" sobre un punto fijo en el planeta. Además solo podía trasladarlo en el tiempo a un pasado existente, y devolverlo luego al mismo punto de partida.
El futuro todavía le estaba vedado. Sus ecuaciones simplemente se desintegraban en números complejos e imaginarios que generaban infinitos valores para un tiempo fijo en la historia aún no escrita. Su máquina solo podía hacer retroceder el tiempo, pero con eso le alcanzaría.
Satisfecho desempolvó confiado su mayor anhelo y curiosidad. ¿Donde y cuando comenzó la inteligencia humana?.