John estaba triste. Sabía de su escaso tiempo y de la imposibilidad de transmitirle todo su conocimiento a Jude.
Su evolución era asombrosa en cuatro años Jude hablaba, leía palabras y las escribía en su improvisada pizarra de arena al costado del rio. Pero aún así, él, con casi treinta y tres años era consciente de su finitud.
Buscaba que ella lo sobreviviera. El también la amaba.
En esos pensamientos estaba mientras recogía frutos de su huerta, cuando la serpiente irrumpió en el paraíso.