Había descartado al fascinante animal como agresivo. Su memoria asociativa lo ubicaba como congénere, sus extrañas pieles que la confundieron la primera vez dejaron de ser un misterio cuando lo vio desnudarse y meterse esa tarde en el rio para ir a su refugio flotante.
Definitivamente era de su especie pero no como su madre. Era como su padre.
Aun de joven había visto a sus padres y otros parientes aparearse, sabia para que eran sus órganos diferentes. Un extraño calor la invadió allí abajo, algo especial le ocurría, temió estar enferma. Distraída tardó en darse cuenta que aguas arriba del rio había una turbulencia que ella bien conocía. Entonces chilló con todas sus fuerzas.