Capítulo 10

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Atardecía y John acababa de trepar a su refugio acuático cuando escucho el chillido casi simultáneamente con el ruido aguas arriba.

         Entre la lista de sus animales peligrosos se había olvidado de uno. Su nombre provenía del latín y significaba caballos de rio. Justamente estaba presenciando una estampida de hipopótamos y el estaba en el centro de su trayectoria.

         Se sujetó como pudo a su balsa pero el primer animal la volteó y destruyó como si fueran mondadientes.

         Sintió el cuerpo rugoso de la bestia, pero logró aferrarse a uno de los maderos. Rápidamente entendió que él no era el objeto del ataque sino que los animales estaban huyendo aterrorizados por algo. El agua y el dejarse flotar amortiguaban los tremendos golpes, pero su temor radicaba en la posibilidad de que dos hipopótamos lo aplastaran. Felizmente el tronco al cual estaba agarrado poseía una horqueta que era más ancha que su cuerpo. Entendió que ese madero era su mejor oportunidad de salvación.

         La turbulencia y los golpes lo habían arrimado a la costa, justo cuando creía que sus chances mejoraban ocurrió lo que mas temía. Intentó tocar el fondo del rio con un pie y fue cuando, dos animales rezagados le apretaron la pierna con una fuerza descomunal.

         Fue solo un instante pero el dolor fue insoportable. Las bestias se alejaban presurosas.

         A punto de perder el conocimiento, John trató de ganar la costa. No sentía su pierna izquierda, con la derecha y sus brazos hizo finalmente pie. La orilla y su empalizada estaba a pocos metros, entonces vio de que huían los hipopótamos. Un grupo cocodrilos distraídos de el, daba alcance a una cría rezagada. El espectáculo era dantesco.

         Se arrastró hasta la empalizada y se refugió en un rincón tiritando de miedo.

El Mito de EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora