El desafío era enorme pero había tiempo. John y Jude habían superado juntos el miedo y el hambre. En la historia conocida por él, esos flagelos habían dominado la vida de los seres humanos por más de cien mil años. A ellos solo les había tomado dos años convertir ese valle aguas abajo de la cascada en refugio y provisión de alimentos por varias generaciones.
Jude, ahora bien alimentada y aseada distaba mucho de la joven que conociera por primera vez. Su respeto por ella crecía día a día.
John le había enseñado a curtir cueros de venados y otros pequeños animales que cazaban cuando estos se aproximaban al rio para beber agua. También había aprendido a hacer tiras de cuero o de corteza para confeccionar correas que le permitieran elaborar abrigos, mantas o bolsas para acarrear utensilios.
El hombre había planificado todo, y con paciencia le explicaba sus usos.
"Baño", le mostraba John, simulando defecar entre dos piedras cercanas sobre un arroyo. "Ducha", y el hombre se paraba bajo un salto de agua masajeando todo su cuerpo vigorosamente. Jude miraba y se reía, pero ante la firmeza de John se ponía seria y asentía.
Los conocimientos de John no eran profundos en la rama de la medicina pero él sabía que la profilaxis e higiene prevendrían la mayoría de las enfermedades posibles.
Quizás el mayor desafío había sido construir la empalizada. Cientos de troncos enterrados e inclinados hacia afuera, con más de dos metros de altura protegían el pequeño valle de unos trescientos metros de largo que bordeaba el rio, aguas abajo de la cascada. Cada tronco terminaba en una afilada estaca. El muro además estaba afirmado por dentro con grandes piedras del rio. El esfuerzo no había sido en vano. Una mañana encontraron a una pantera ensartada en las improvisadas lanzas.
Su rudimentaria huerta (producto de trasplantes de arbustos frutales y vegetales comestibles de la zona) aportaba una importante variedad de vitaminas a su dieta diaria.
En otra parte del valle separada de la huerta mantenían una variedad de cabras que habían atrapado vivas y que ya se reproducían generosamente.
Adicionalmente la pesca era muy abundante y fácil.
John había fabricado con piedras, barro y paja un horno que además funcionaba como cocina. Apilado al costado había una enorme provisión de troncos que el mismo rio se ocupaba de traer en las crecidas. El fuego no sería un problema. John era muy exigente en eso, todo lo que se comía, previamente se lavaba, y luego se hervía o cocinaba.
Tenían todo. Si ellos eran Adán y Eva este debía ser el paraíso terrenal.