Me acerqué a ella, y alcancé a escuchar un poco.
- No puedo hacer nada, señorita. Ya le he dicho.
- Pero no podré volver a casa...– Hizo un puchero.
- Es usted quién tiene la culpa.– La apartó, sin mucha delicadeza.
- ¡Hey!.– Fruncí mi ceño, acercando a la chica hermosa a mí.– La vuelves a tocar y te quedas sin pelotas, ¿Me escuchas?.– Él asintió, con miedo, y se marchó.– ¿Estás bien?.– Le pregunté a la castaña. Ella me miró sorprendida, y luego asintió.
- He perdido mi billetera, y ya no sé como volveré a casa...Ya no podré ir a mi trabajo, por culpa de mi irresponsabilidad.
- A eso he venido, específicamente.– Le sonreí, tendiendole la billetera.– Aquí está, intacta.
- ¡Muchas gracias!. ¿Cómo es que te diste el tiempo de volver?.
- Bueno...Tengo el día libre.– Ella me miró con los ojos entrecerrados.
- No te creo. Por algo has tomado el metro tan temprano.– Me golpeó delicadamente el brazo, por haberle mentido.
- Me has pillado.– Le sonreí.
- Encima de perder mi billetera, te he hecho faltar. Soy tan tonta...– Hizo un puchero. Si no hubiese habido tanta gente, tal vez la hubiese besado.