Ella no hablaba. Se quedó mirándome con sus ojos expandidos, y hasta pareciera que está más pálida. Comenzó a toser, y solté una pequeña carcajada.
- ¿E-era una broma?.– Me preguntó. Yo negué.
- No, ese es mi nombre. ¿Sorprendida?.– Alcé una ceja.
- C-claro que sí, digo-- ¡Qué vergüenza!.– Se tapó la cara con las manos, haciéndome reír.