- Vamos a la cama...– Le dije, mientras la tomaba de los muslos, y nos llevaba hacia la habitación. Los besos no cesaban, y las caricias tampoco.
Sus manos tocaban mi cuerpo como si de arte se tratase. Y las mías tocaban el suyo como si fuera lo más preciado del mundo.
No pasó mucho tiempo para llegar al orgasmo al mismo tiempo.