Día 3.

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Su tercera mañana en el hospital fue un poco diferente. Al menos pudo dormir un par de horas más pero su forma de despertar fue aún más abrupta que sólo ser atacada con las luces de la habitación y el jaloneo de su brazo, lo peor no fue precisamente eso.

"Levántate ya", la llamó desde el momento en el que entró. Supo que era su peor pesadilla en forma de un hombre alto con cara de delincuente cuando su voz taladró sus oídos. En cuanto hizo el amago de darse la vuelta, se arrepintió de la pésima idea porque colocó una compresa fría en su frente.

"Hey", chilló saltando de la cama. Aquello debía ser alguna clase de abuso.

"Tu madre dijo que tuviste fiebre toda la noche. Te indicó medios físicos para combatirlo", explicó colocándolo sobre su piel otra vez, sólo con más compasión. "Lo recordarías de no haber estado inconsciente cuando vine a verte hace unas horas y te quejabas como una bebé".

"Debes saber que considero levantar una queja en tu contra", profirió molesta.

No recordaba haberlo escuchado entrar en todo el día, pero no le extrañaba. Estaba tan cansada que pudo haber omitido todas las visitas del día. Su noche fue una pesadilla, nunca tuvo náuseas y escalofríos así. Tampoco estaba acostumbrada a dormir menos de ocho horas, así que tenía sentido el que no hiciera caso de Lincoln o su amable enfermera del turno matutino, vamos, ni siquiera recordaba que su madre hubiera salido de la habitación temprano.

"¿Bajo cuál motivo?", la retó con la mirada. Clarke guardó silencio. "Lo sabía. Ahora, tu temperatura está bajo control pero tu madre me pidió una serie nueva de estudios. Lo siento", se disculpó sacando una jeringa y un par de guantes como advertencia a lo que vendría.

"Esto debería ser ilegal", argumentó Clarke al verse en otra sesión con agujas, Lincoln y ella.

"Piensa en que si están bien puedes ir a sufrir fiebre a casa", no fue el mejor consuelo. "Si te comportas, te daré algo".

"¿Me estás sobornando?", entrecerró los ojos.

"No. En realidad hago mi trabajo más fácil", sonrió satisfecho con las probabilidades.

La intriga hizo que Clarke cooperara más de lo que le hubiera gustado. Ocasionalmente detestaba tener una curiosidad tan activa, pero venía como parte de su encanto personal y era el complemento perfecto para su creatividad así que no podía sólo evitarlo. El ardor en su brazo derecho paso casi de inmediato, tanto que podría decir que ni siquiera lo había sentido, en parte quizá porque su cabeza predominaba o porque sentía una especie de sofoco en la parte derecha de su abdomen, era difícil de decir.

"Listo. Presiona aquí y dobla tu brazo un par de minutos", le ordenó Lincoln mientras pasaba el fluido carmesí a una serie de tubos de colores que llevaba consigo. Clarke se mareó un poco, no temía a la sangre y tampoco le daba asco pero, de alguna forma, su estómago parecía tener intolerancia a la imagen. "Soy un hombre que se debe a su palabra", dijo orgulloso extendiéndole algo color verde y plateado.

"¿Qué demonios es esto?", preguntó horrorizada señalando un gorro de Slytherin entre sus manos.

"Un pase libre a tu peor enemiga del hospital. Lo conseguí especialmente para ti", dijo conteniendo su emoción.

"No pienso usar eso. Tengo una reputación que cuidar", replicó. "Si no lo has notado, soy una chica de colores neutros".

"No seas quejica, Griffin", objetó Lincoln. "¿Quieres o no acercarte a ella?"

Clarke lo consideró un par de segundos.

"Si me cuesta la dignidad, no", respondió con firmeza. "Además, odio esos dos colores y todas sus combinaciones posibles", señaló. Odiaba el verde con su alma, más allá de eso, realmente no tenía objeciones con el beanie que el enfermero le extendía.

27 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora