Día 15.

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Si por Clarke fuera, dedicaría cada hora de su día a la compañía de Lexa.

Este era el tercer fin de semana desde que el verano dio comienzo y, aunque sus planes se modificaron abrupta y totalmente, justo ahora su agenda le daba para mantenerse sin un plan concreto, así que su mente se ocupaba pensando en qué locura podría improvisar en cada futura visita a la castaña, sobre todo en la que se daría en las siguientes horas, ahora que estaban tomando costumbre de ello.

Clarke al contrario de Lexa, no era una persona organizada ni metódica, en realidad era espontánea y si podía todo lo improvisaba. Lo más cerca que estaba de ser prospectiva, fue su ya perdido seminario y, quizá, sus vacaciones familiares. Para todo lo demás, solía motivarse pensando en qué cada día se debía hacer lo que se podía para estar satisfecha con su presente.

Así que aquella mañana despertó excesivamente temprano para desayunar antes que sus padres, es decir, Abby, pudiera siquiera considerar prohibirle escapar ese día. Sin embargo, su sigilo no fue lo suficientemente discreto dado que se encontró con su madre apenas entró en la cocina. Llevaba aún puesto el pijama quirúrgico y cara de cansancio crónico.

Clarke olvidó por completo que su madre estaba cubriendo turnos nocturnos. Por su mente nunca pasó la negativa idea de ser atrapada en vivo.

Abby leía el periódico del día tal cual era su rutina de siempre. Ya tenía el desayuno listo, todo medido en porciones adecuadas a la dieta que sugerida por el Dr. Kane al darle de alta y ayudar a la pronta recuperación de la rubia. Por alguna razón, Clarke omitió que días atrás su estado de salud fue parcialmente delicado.

Era curioso como todo cambiaba tan rápido y el ritmo con el que lo hacía.

"Buenos días, mamá", la saludó con emoción dándole un beso en la frente antes de posicionarse a su lado en la isla en medio de la enorme cocina y se servía un poco de jugo de naranja fresco.

"He hablado con tu padre", se limitó a decir Abby sin levantar la mirada.

El sorbo de jugo que estaba pasando por su garganta casi se atoró pero disimuló con tanto decoro como pudo, al menos hasta que la tos la evidenció.

"Me imagino que lo han hecho, están casados, ¿no?" intentó bromear Clarke.

"Sabes bien de lo que hablo, Clarke", respondió seriamente, tanto que dejo su diario de lado para mirarla fijamente. "Tu amiga..."

"Lexa", la interrumpió Clarke haciendo hincapié en cada una de las sílabas.

"Ella no es como tú, ella está enferma y tú eres demasiado enérgica cuando te lo propones", dijo Abby sin cambiar su tono. "Es realmente noble lo que deseas hacer, pero podemos encontrar otras actividades con las que puedas sentirte igual de satisfecha".

"Lexa no es una obra de caridad", exclamó Clarke ofendida.

"Y tampoco es una amiga en el sentido estricto de la palabra", señaló su madre asertivamente. "Quiero entender tus razones porque no entiendo, verdaderamente no entiendo cómo o por qué quieres estar cerca de alguien así..."

"¿Así cómo, madre?" indagó Clarke con coraje.

"Hablé con su médico, Clarke. Ella no, bueno... ya sabes", Abby carraspeó porque no le salía decir lo que quería. No cuando a quien le estaba dando malas noticias era a su propia hija. "No importa lo que hagas, Lexa, ella no..."

"Basta", pidió Clarke casi en un susurro. "Que esté enferma no la hace menos divertida ni menos merecedora del tiempo que pase con ella, mamá. Si piensas que estoy perdiendo mis días entablando alguna relación porque la posibilidad de que reciba un corazón es nula sólo en cuestión de números. Descuida", tomó aire, le dolía en algún sitio de su ser la actitud de su madre, "lo tengo asimilado ya. Si llega el momento, dejaré que me echen en cara esos cientos de te lo dije hasta que se cansen de ello. Asumiré las consecuencias, pero no me digas que no la vea por miedo a algo que aún no sucede ni sabes cuándo pasará".

27 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora