Día 16.

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Tan pronto entró en su habitación, Lexa pudo percibir la decepción en sus ojos, poco antes portaba su gran sonrisa y aquella mirada embargada de enérgica alegría que siempre terminaba por contagiar a la castaña. Como era parte del plan de Clarke, ese día, como muchos otros, no planearon nada preciso que hacer y, justo ahora, tampoco podrían hacer nada loco si era lo que la rubia tenía en mente.

Clarke llevaba consigo su mochila y una enorme bolsa de tamaño considerable en una de sus manos.

"¿Qué ha pasado?", preguntó a modo de saludo.

Clarke se acomodó al lado de Lexa, arrojando sus cosas tan pronto paso la puerta. Desde el día anterior cuando Lexa cometió el minúsculo error o, mejor dicho, la inconsciente omisión de no notificarle que fue egresada del hospital, no podía evitar verse reflejada en un mar de preocupación en los ojos de Clarke, aunque sabía que se esforzaba para que no lo notase del todo y, siendo un poco egoísta por parte de Lexa, se agradecía que lo intentara.

La pregunta en sí era justificada. El día anterior Lexa se encontraba- o al menos se sentía- realmente bien, sin embargo, su cuerpo decidió que las vacaciones debían legar a su fin y a media noche requirió un poco de apoyo para respirar adecuadamente, afortunadamente era algo ligero que podría ser controlado en casa. Es por ello que cuando Clarke vio la nariz de Lexa siendo adornada por las puntillas nasales, su rostro sólo pudo demostrar eso; Decepción.

"Tenemos una relación enfermiza", quiso bromear Lexa apuntando a su cara. "No podemos estar mucho tiempo lejos la una de la otra", musitó llevando inconscientemente un mechón de su cabello detrás de la oreja.

"Me pondré celosa, al fin te tenía sólo para mí", respondió Clarke seriamente.

Lexa no quería sonrojarse, odiaba hacerlo porque era una sensación tan nueva para ella que no lograba controlarla, pero Clarke tenía el don para dejar escapar de sus labios frases como esa e imposibilitar a la castaña evitar los tonos carmesí. Incluso su corazón parecía emocionado. Juraría que él le dio la oportunidad mucho antes que Lexa pensara hacerlo.

"En serio, ¿qué ha pasado?", indagó Clarke.

"¿Podemos no hablar de ello?", pidió Lexa desviando su mirada, intentando concentrarse en un punto ciego de la pared que tenía enfrente.

"Como desees", comentó Clarke con tono dulce segundos después, sin apartar la vista de ella.

El corazón de Lexa quería saltar de su pecho hasta sus brazos, ¿o acaso sería la castaña quien quería hacer eso?

Clarke se preocupaba. Y siendo consciente de ello, le permitía creer que a su lado no era precisamente una chica enferma más, era una bonita fantasía que no se atrevería a romper y tampoco la presionaba. Podía ponerse seria o jugar un poco. Las reglas las escribían sobre el camino. Era algo que Lexa encontraba encantador de Clarke. Algo que no creyó descubrir jamás y curiosamente llegó por accidente, el más afortunado de todos.

"Te he traído un presente", dijo Clarke pareciendo recordarlo en ese momento.

Lexa la observó darse media vuelta para coger la bolsa con la que arribó antes. Lo que la castaña jamás espero fue asombrarse con su contenido. No llegaba a su entendimiento como Clarke se esforzaba continuamente por algo que seguramente obtuvo desde el primer momento que se vieron.

Un peluche con forma de calamar.

"Anya me orientó un poco", confesó. "Bueno, me ha dado la idea. Aunque mencionó que una estrella sería apropiada para adornar tu habitación, creo que esto es más original. Combina mejor con tus gustos raros", admitió Clarke, "y creo que combina con tu pijama".

27 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora