Día 14.

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Nadie negaría que Lexa lo intentó, pero Clarke sencillamente decidió que no quería solo desaparecer y la castaña creía que su corazón le tenía un espacio un poco más grande con su nombre por ello.

Un cliché quizá, pero le agradaba la forma en la que lograba tratarla. Sin exigir nada y ahorrándose cualquier actitud condescendiente. Se negaba fervientemente a definirla por sus limitaciones y podría llegar a quererla por eso.

Sí. Podría...

Pero, era absurdo, ¿no?

Su corazón no podía bombear la cantidad necesaria de sangre por su cuerpo para mantenerla sana, mucho menos podría hacerle eso justo ahora. Sería una jugada algo baja por su parte. Es decir, era consciente de que los sentimientos y las emociones no se albergan verdaderamente ahí, que su corazón atrofiado respondía a sustancias que su sistema nervioso hacia circular por su cuerpo ante ciertos estímulos y, sin embargo, sentía en su pecho como si algo se hubiera desacomodado desde que Clarke entró en su vida y no quería siquiera saber qué fue o cómo ponerlo de nuevo en su lugar.

Todo esto era tan nuevo. Lexa nunca se planteó lo que le atraía pues estaba ocupada manteniéndose viva. Si, quizá años atrás se encariño mucho de otra paciente del pabellón pediátrico, tanto que figurativamente le rompió el corazón saber que sería dada de alta y, aunque lo juró repetidas ocasiones, tal paciente jamás regreso a visitarla o contesto sus llamadas. No obstante, Lexa no podría aventurarse a definir lo que sintió por Costia como amor y, ahora, Clarke sólo llegaba sin avisar para provocarle esta caótica cascada de emociones para las que, sin duda, no estaría preparada jamás.

"¿En qué piensas, Lexie?", la voz de Anya la sacó de su ensimismamiento.

Aquel día Anya lo tenía libre y disponible para hacer compañía a su hermana menor, después de haber roto su promesa de quedarse con ella el día anterior todo por hacerle un favor a la chica rubia y, sobre todo, para contribuir en la dicha no expresada de su hermana menor. Indra tenía tantos pendientes acumulados que no le sería sencillo acudir al cuidado de la joven pronto y, por otro lado, su padre formó por un par de proyectos nuevos que lo apartaban del hospital mucho más de lo planeado. Aunque Anya sabía que, más allá de no permitir que los costos hospitalarios lo sobrepasaran, en realidad su padre no gustaba de poner un pie en el nosocomio desde que su esposa no salió de uno con vida. Más de una ocasión la mayor de las Woods encontró a su enorme padre mirando el edificio desde la entrada, con los ojos cristalizados e incapaz de dar un paso para adentrarse, en todas esas veces, Anya lo tomaba por el brazo y, con una sonrisa de comprensión lo acompañaba hasta donde se encontraba su hija menor.

Lexa podría ser la enferma del corazón pero sin duda, Augustus Woods vivió con el suyo roto desde que se enteró que lo estaba. Y era por eso que Anya dejo pasar un año entero para hacer válida su admisión a la universidad, porque no se sentía segura de dejar a ese par solos con su actitud silente y taciturna, uno colmado de negación y esperanza mientras la otra era implacablemente realista.

"Tierra llamando a Lexa... ¿estás bien?", preguntó Anya. "Tienes algo en el rostro", le dijo entrecerrando los ojos. "Sí. Una sonrisa de idiota", añadió. "Definitivamente quiero saber en qué o, mejor dicho, en quién estás pensando".

"Estás loca", respondió Lexa, pero sus mejillas la traicionaron al tomar un tono carmesí por lo que, implícitamente afirmó las sospechas de su hermana.

Anya rio con sorna.

"Quizá pero no por nadie", comentó de forma insinuante.

"Yo no estoy loca", aseguró Lexa.

"Bien. En ese caso, dime en qué estabas pensando", insistió Anya.

"En... ehm... en que no deberíamos haberte dicho que todo fue una broma", contestó siendo nada convincente.

27 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora