Día 6.

2.1K 222 11
                                    

"¿Puedo sentarme aquí?", preguntó Clarke cómo quien no quiere la cosa.

No habían hablado desde el día anterior cuando Lincoln la hizo vencedora de la pequeña discusión, fueron las horas más incómodas de su vida. Lexa no le dirigió la palabra en toda la tarde, tampoco lo hizo con el enorme enfermero. Se limitó a quedarse en la silla de ruedas con la mirada perdida y el rostro inescrutable hasta que Lincoln se vio forzado a regresarla a su habitación porque no quería sobrepasarse del tiempo que la chica tenía sin estar sin oxígeno.

Clarke se quedó ahí a recibir un poco de sol. Y a pensar.

No podía dejar de imaginar cómo sería besar esos labios pese a decirle que su autocompasión era absurda. Lo peor es que no tenía derecho a agredir así su forma de ser, por mucho que le gustaría que espabilara y no tuviera tan presente una derrota que aún no llegaba. No sabía nada de su enfermedad, vamos, ni siquiera entendía lo mínimo de la infección que padecía ella misma. Aunque si estaba muy consciente de que Lexa era una hermosa joven de diecisiete años que vivía malgastando sus días creyendo que podrían ser los últimos. Protegiéndose de daños que no llegarían jamás porque ni siquiera se arriesgaba. Quizá Clarke no sería quien cambiara eso, pero quería serlo. Clarke no era capaz de explicarlo apropiadamente sólo sabía que quería estar ahí, a toda hora contando sus sonrisas, provocadas por ella, de ser posible.

Lexa no respondió, siguió abstraída en el cuaderno y lo que garabateaba en él. Así que Clarke se limitó a poseer el sitio junto a ella mientras Lincoln las miraba metros más allá, fingiendo que se entretenía un libro de reanimación básica que llevaba ese día como material de estudio.

"¿Sabes? He terminado el primer libro. No es algo que vayas a escuchar de mí con frecuencia, pero me gustó", reveló avergonzada. "Pensaba que quizá podrías prestarme el siguiente". Le sonrió cálidamente para convencerla pues ni siquiera la estaba mirando. Aunque logró que dejara de hacer lo que estaba haciendo, que era no prestarle atención. "¿Qué escribes?"

"Nada particularmente interesante", respondió por fin.

"Parecías parcialmente concentrada. Vamos, sabes que no me voy a disculpar por lo de ayer, así que no sigas enojada conmigo. Tengo razón y te molesta ser consciente de ello", reclamó Clarke.

"No estoy molesta. Digamos que aún estoy procesando que hayas decidido tratarme como alguien normal", confesó. "Es curioso".

"Lo sé. Soy inusual. Ahora dime, ¿qué escribes?", insistió. "Y, para que conste, no eres nada normal ante mis ojos. Así que no puedo tratarte así", se encogió de hombros, "lo que no haré es ponerme guantes para no romperte".

Sonrió y suspiró.

"Es una estupidez", puso los ojos en blanco.

"Deja de darle vueltas al asunto, Lex".

"Es algo estúpido, no entiendo por qué quieres saber", objetó ella.

"Porque lo haces tú. No necesito un mejor motivo para estar interesada", respondió Clarke con sinceridad.

"Es una mezcla entre un diario y una lista", explicó como quién no quiere la cosa. "Te reitero, nada importante".

"Todo aquello que represente una meta debe clasificarse como algo importante", discutió Clarke a favor del cuaderno. "¿Puedo echar un vistazo?"

"Sería más fácil robarme un beso", dijo sin penar.

"¿Qué?"

"¿Qué?", repitió Lexa.

"¿Es un reto? Porque adoro los retos", sugirió Clarke.

Temió por Lexa cuando su rostro, pese al intento sobrehumano de negarlo, se puso excesivamente rojo. Lincoln tuvo que acercarse a verla tan agitada mientras reprendía a Clarke con la mirada por esto.

27 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora