10.

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—Anoche recibí un mensaje de Angélica diciendo que no vuelva a ver a Beatriz, y esta mañana recibí una llamada de Diego diciendo lo mismo. Supongo que Diego le dijo a Darío que yo había estado con Beatriz, armaron un plan para cagarme a palos y por eso ahora estoy así.

—Ay, mi chiquito —dijo mamá mientras me acariciaba suavemente la cara—. ¡Mejor que no te vuelvas a juntar con esa chica!

—¡Pero tengo un trato que cumplir con ella! Además Beatriz no tiene la culpa de todo esto.

—Igual lo ideal sería que no te juntés de nuevo con ella, quién sabe qué puede pasar la próxima vez. Darío sería capaz de matarte —agregó Catriel

—No, no, ustedes no lo entienden...

Mi respiración se aceleró, no quería que intenten alejarme de Beatriz. Me costó mucho acercarme a ella, y no iba a dejar que mi vieja arruine lo que esperé tanto tiempo, no esta vez.

—Entendemos que es por tu bien, ese pibe es muy peligroso —Mi vieja respiró profundo—. Ya sé que no querías esto, pero vamos a tener que hacerle una denuncia...

—¡No! ¡Eso no! Eso haría que Beatriz se enoje conmigo...

Mis ojos no tardaron en llenarse de lágrimas, el pecho me ardía, el simple pensamiento de no volver a verla me lastimaba demasiado.

—Tiene que haber una forma de arreglar todo esto... —susurró Catriel mirando el techo.

—Déjenme solo un rato, por favor.

Me quedé un largo rato pensando en qué haré para solucionar todo esto, no quiero tomar una decisión que me aleje de Beatriz, pero a la vez tampoco quiero ponerme en riesgo.

Salí del hospital al día siguiente durante la mañana, el médico me dijo que no vaya a la escuela, pero igual quise hacerlo. Al llegar vi a Angélica en la puerta, ella me miró y quiso acercarse, pero Beatriz llegó y me llevó casi arrastrando hasta un rincón poco recurrido del colegio.

—¡¿Cómo es que el pelotudo de Darío te dio una paliza?!

Se notaba que estaba recontra enojada, lo cual me asustaba bastante, ya que me asusta la sola idea de pensar que puede estallar en cualquier momento. Le expliqué lo que pasó con la mayor calma posible, sin embargo eso no disminuía su enojo, sólo lo aumentaba.

—¡Es un hijo de puta! ¡Lo voy a matar!

—¡Tranquilizáte! Ya está, ya pasó, estoy bien. No es para que hagás quilombo.

—¡Pero no tiene derecho a tocarte ni un pelo! ¡Y vos también tenés que ser menos pelotudo y no dejarte golpear por él!

—Pero no pude hacer nada, eran muchos, además no sé pelear...

—Ay Ariel, sos un fracasado.

—Alexis, y gracias, ya lo sabía.

Beatriz me agarró repentinamente del cuello de la remera y tiró con fuerza hacia ella, haciendo que quedemos frente a frente.

—No te pasés de vivo conmigo, y mejor que aprendas a pelear, porque si querés que nos podamos juntar vas a tener que aprender a defenderte de Darío —dijo, inmediatamente se dio vuelta y se fue, dejándome confundido.

¿Cómo voy a hacer para defenderme de él?

Él es futbolista, tiene un lomo de la puta madre, sabe pelear hace mucho tiempo, prácticamente se crió en la calle. ¿Y yo? Yo soy un palo de escoba con rollos en la panza. Es como si hicieras que un pendejito borracho de 20 años se le quiera parar de manos a Rocky Balboa, ya sabemos quién va a terminar en coma.

Como era de esperarse, estuve paranoico todo el día, saltando a la defensiva ante cualquier cosa que podía considerar una amenaza. Al llegar a casa me tiré sobre mi cama, suspiré cansado y me acomodé para dormir unos minutos. Me siento descompuesto, se me parte la cabeza, me duele todo el cuerpo, sólo quiero desaparecer un rato.

De golpe, mi celular sonó.

Un Cliché a la InversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora