20.

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Salí de mi pieza y fui a la puerta, la abrí fingiendo que recién llegaba y avisé en voz alta.

—Doña, la pizzería de Carlos estaba cerrada, si querés me voy a fijar a la de Nacho, creo que está abierta hasta las 11 esa.

—Alexis, vení un toque al comedor.

Al llegar al comedor me encontré con Beatriz, tuve que fingir sorpresa, aunque mis cachetes se pusieron rojos sin necesidad de fingirlo.

—Te vino a visitar tu amiga, la del cumpleaños anoche.

—Es un gusto verte Beatriz —dije tímido mientras la saludaba—. ¿Qué te trae por acá?

—Necesito hablar un par de cosas con vos, si no te molesta.

—Eh no, claro que no...

—Linda, voy a mandar a Lautaro a comprar un par de pizzas, ¿querés quedarte a comer con nosotros? —le preguntó mi vieja, quise enterrar la cabeza en la tierra.

—Me encantaría, pero no quiero ser una molesta para ustedes.

—Tranquila, no es una molestia, sólo avisále a tu familia para evitar problemas.

—Bety, ¿querés venir a mi pieza así charlamos? —le pregunté intentando interrumpir a mi vieja, para evitar que siga metiendo la pata.

La dirigí hasta la puerta de mi pieza y recordé que tenía todo hecho un chiquero. Le dije que espere un minuto afuera, ordené así nomás y la hice pasar. Apenas cerré la puerta me dio un cachetazo.

—¡¿Y ahora qué te hice?!

—¡Explicáme qué trataste de decir!

—S-sólo fue una broma...

—Y si era una broma, ¿para qué me cortás?

—¡Porque sabía que te lo ibas a tomar mal!

—¡Sos un pelotudo! ¡Para eso mejor ni la hagas!

Cansado de sus maltratos, golpeé la pared, eso la asustó.

—¡La puta madre! Estoy harto de que siempre me uses —Las lágrimas no tardaron en recorrer toda mi cara—. Me gustás desde hace banda de tiempo, por eso lo dije, pero como sos tan popular y tenés un montón de pibes lindos atrás tuyo...

No podía terminar la frase, Beatriz me miraba sin poder salir de su asombro. Intentó tocarme el hombro, pero le alejé la mano.

—Doy asco, en mi puta vida voy a poder competir con todos tus pretendientes, mucho menos con Darío. Ya sé que es al pedo que siga intentando, pero no puedo evitarlo. Te gusta él, yo no soy más que un pibe que contrataste para que te ayude en la tarea, aunque todavía no me hayas pagado. Y mucho más que eso no voy a ser...

Sin previo aviso, Beatriz me abrazó con fuerza. Sentir la calidez de su cuerpo me calmó un poco, pero no podía dejar de llorar. 

—Perdón por tratarte mal, es mi personalidad. Capaz no llegués a ser mi pareja, pero me gusta mucho tu forma de ser. Además, no llorés por mí, no vale la pena, merecés alguien muchísimo mejor que yo.

—Pero vos sos la que me gusta, no Angélica, no otras chicas, sólo vos.

Beatriz miró para todos lados con un poco de desesperación, miró mi bajo, el cual estaba en un rincón de la pieza, se levantó de la cama y fue hacia él. Lo desenfundó, buscó el amplificador, lo conectó y me lo dio.

—Nunca me dijiste que tocás el bajo.

—Es que no toco muy bien.

—A que sí, a ver, tocá algo, lo que se te venga a la cabeza.

Traté de improvisar algo, pero los dedos se me trababan. Me frustré y quise dejar el bajo de lado, pero Beatriz me veía con una sonrisa que nunca antes había puesto, así que sólo seguí intentando.

—No te voy a mentir, no tocás del todo bien, pero con un poco más de práctica vas a mejorar. Mi viejo era bajista en una banda que tenía con sus amigos, si querés le digo que te enseñe.

La miré y sonreí, dejé el bajo de lado y, sin pensarlo dos veces, le robé un beso.

Un Cliché a la InversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora