24.

625 54 5
                                    

Beatriz y yo terminamos siendo muy unidos, lo cual aumenta los celos de Angélica. No quiero que vuelva a ponerse en modo celosa insoportable, pero a la vez no me quiero alejar de Beatriz, me costó mucho ese avance como para detenerme ahora.

Estamos a tan solo horas de las vacaciones de invierno, no logro entender en qué momento pasó tanto tiempo. Al salir de clases respiré profundo, estaba decidido a pedirle a Beatriz que sea mi novia, tenía a Catriel a mi lado apoyándome, pero igual estaba inseguro. Me acerqué a ella con algo de nerviosismo, no me di cuenta que había una piedra en el camino y tropecé, cayendo de geta al piso.

Bien hecho Alexis, siempre fracasando.

—Ay Alex, ¿estás bien? —me preguntó mientras ella y Claudia me ayudaban a levantarme.

—Sí sí, sólo... quería preguntarte algo...

—¿Sí? Decíme.

—Bueno, es que últimamente estuvimos muy íntimos, además que sabés que me gustás mucho, y como no estás con Darío... —Tragué saliva y junté coraje— ¿Te gustaría ser mi novia?

Cerré los ojos con fuerza, me imaginé que me rechazaría y me daría un cachetazo, pero no fue así.

—Hay un problema con eso —dijo con cara de decepción—. No podemos ser novios, no porque no quiera, sino porque las circunstancias no me lo permiten.

—¡¿Qué?! ¡¿Pero por qué?! 

—Verás... Cuando termine la secundaria tengo que irme a vivir a España junto a mi viejo, ya que consiguió una oferta de trabajo ahí para el año que viene. No me gustaría tener que romperte el corazón cuando tenga que irme, aprovechemos nuestro tiempo restante juntos, aunque podemos seguir siendo amigos cuando me vaya.

Sentí que el corazón se me partió en millones de pedazos, me esforcé tanto intentando salir con ella, pero fue todo al pedo. Catriel me abrazó, sonreí mientras aguantaba las lágrimas, no quería verla a los ojos, porque sabía que no iba a soportarlo.

—Alex, ¿estás llorando? —me preguntó Perla dándome un pañuelo descartable.

—No es nada, sólo me gustaría estar solo un rato...

Los 4 entendieron y me dejaron irme. Me dirigí a una plaza, la misma en la que me había juntado con Beatriz hace un largo tiempo para enseñarle sobre matemática, la misma en la que ella me dio mi primer beso. Me senté en una hamaca y lloré, lloré como el ser patético y desgraciado que soy. Mientras estaba sumido en mi depresión por rechazo amoroso, sentí que alguien me pegó un pelotazo en la cara que me tiró de la hamaca. ¿Qué más me va a pasar hoy?

—¡Ah! ¡La recalcada concha de mi vieja! 

—Uh, perdonáme Alex, fue sin querer —respondió una voz conocida.

—¿Diego? ¿Sos vos? 

—Diego Lucarelli, a tu servicio —dijo ayudándome a levantarme.

—¿Saliste temprano del colegio? 

—Sí, tuve la última hora libre, así que aproveché para jugar un rato con los pibes a la pelota. ¿Vos qué hacés acá?

Le conté lo sucedido con Beatriz, no pude evitar volver a llorar, me sentía totalmente destrozado. Diego me miraba con cara pensativa.

—Bueno, eso es un re quilombo. Capaz lo que podés hacer es ahorrar para ir a verla en el futuro, o buscar otra chica, hay un montón de peces en el mar.

—Pero hace años que estoy enamorado de ella, no voy a poder superarla tan fácilmente...

—Ay pibe, y eso que ni siquiera son novios... Bueno, vamos a hacer una cosa. Tenemos que aprovechar las vacaciones de invierno, te voy a llevar a un par de boliches para ver si conocés alguna minita que te guste, así te enganchás y dejás de pensar en ella.

—Pero no me gustan los boliches, prefiero quedarme en casa.

—Dale wacho, no te pongás la gorra y prepará la sube. ¡Nos vamos de putas!

Lo miré con desagrado y suspiré. Estas vacaciones de invierno van a ser jodidas...


Un Cliché a la InversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora