05.

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Los tres estuvimos hasta la madrugada en el shopping comprando, comiendo y divirtiéndonos. Intenté buscar ropa que me haga ver bien sin quitarme mi estilo emo, aunque creo que lo esencial sería que baje de peso para que todo me quede mejor, pero es difícil. Cada vez que estoy estresado, triste o aburrido empiezo a comer en exceso, llegando en algunos casos al punto de comer hasta vomitar. Ya sé, es perjudicial para mi salud, pero es algo que todavía estoy aprendiendo a controlar.

Al día siguiente me puse una remera negra con rayas azules, un jean oscuro rasgado y mis típicas Converse negras. A comparación de mi típica vestimenta, la cual es totalmente de negro, al menos ahora tengo un poco de color. Para añadirle algo más de color a mi ropa decidí usar una camisa a cuadros rojo y negro, arremangándola para no morirme de calor durante el día. Me miré al espejo y mi apariencia seguía sin convencerme.

—Hmm... Necesito bajar de peso, estos rollos en la panza no me quedan para nada bien...

—¿Y por qué no vas al gimnasio? —preguntó Ulises dándome un susto.

—¡¿Cómo entraste sin que me dé cuenta?!

—Es que la puerta estaba abierta. Ah, y dice mamá que vengas rápido a comer, porque ya se te está haciendo bastante tarde para ir al colegio.

—Decíle que en un toque voy.

Ulises se fue, me quedé mirándome al espejo. Intenté peinarme el pelo para el costado con un estilo emo, pero ya lo tengo bastante largo, así que no me queda tan bien. Tal vez me lo corte mañana. Me lo acomodé de forma simple y me puse un gorro de lana negro, no tengo tiempo para andar lidiando ahora con mi pelo.

En la puerta del colegio respiré profundo, los directores me mirarían raro por mi cambio, aunque tengo la ventaja de que nos dejan entrar con la ropa que queramos sin obligación de usar guardapolvo. Miré para todos lados buscando a Angélica, pero no la encontré, así que decidí entrar sin ella. Tal vez más tarde tenga tiempo para hablar con ella y aclarar esta situación.

Me saqué los anteojos, no veía un choto pero no podía usarlos, ya que no combinaban con el resto de mi imagen. Avancé con una mirada seductora sobre las chicas, algunas me miraban raro y seguían caminando, otras me devolvían la mirada y me guiñaban el ojo. No duré mucho tiempo con mis miradas, ya que tropecé con una maceta y me hice mierda contra el piso, provocándome una herida en el labio. Estaba totalmente avergonzado, intenté levantarme, pero al hacerlo no vi una piedra filosa que estaba a mi costado y me la terminé clavando en la mano.

—¡La concha de mi vieja! ¿Algo más me puede salir mal?

Todos a mi alrededor se quedaron mirándome y burlándose, hasta que escuché algo que jamás hubiera esperado de parte de la persona que menos esperaba.

—A ver pelotudos, ¿por qué se burlan de él en vez de ayudarlo? Son una manga de forros —dijo Beatriz acercándose a mí y ayudándome a levantarme —. ¿Estás bien Alejandro?

—Emm... soy Alexis.

—Perdón, soy un desastre para los nombres. Vamos a la dirección, capaz ahí tengan algo para detener el sangrado. Y en cuanto a ustedes... —se dio vuelta y miró a los que se rieron de mí— si alguno se vuelve a burlar de él, les juro que los cago a trompadas a todos.

Perla y Claudia nos miraban un poco confundidas, pero me ayudaron a ir a la dirección. Allá me vendaron la mano y me detuvieron el sangrado del labio, por suerte no eran heridas profundas, así que no fue complicado tratarlas.

Durante la hora de clases Angélica no me saludó y se sentó al lado de Diego, uno de los chicos que más bullying me hizo durante toda mi vida. Verla tan cerca de él me lastima, ya que ella sabe perfectamente las cosas horribles que Diego me hizo en primaria y parte de la secundaria. Estoy un poco celoso, lo admito, ya que estoy bastante acostumbrado a tener el cariño de ella para mí solo, pero al parecer ahora encontró a otra amistad...


Un Cliché a la InversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora