Levi Ackerman caminaba con pasos firmes por la sede de la Asociación Ackerman. Un edificio que parecía tan añejo como las montañas que lo observaban en la lejanía. Majestuoso en su solemnidad, imponía respeto a cualquiera dentro de sus paredes.
El legado de su familia, eso representaba la vetusta edificación. Dentro se guardaban secretos tan peligrosos como la peste negra. Todos los hombres y mujeres enclaustrados en ese lugar habian rendido protesta para combatir y exterminar entes infernales, sacrificando su vida a esa misión. Así había sido desde hacía doscientos años y así sería después de doscientos más.
Él, acólito de primera jerarquía, experto en la caza, captura o exterminio de entidades demoníacas, representaba la élite de la Asociación. Pocos eran los que llegaban hasta ese nivel. Bien, por lo supremamente difícil que era, o porque ser parte de la defensa contra la maldad personificada era rogar por una vida corta. Sin embargo, en un mundo tan hostil como era el que tenían alrededor, unirse a la Asociación Ackerman era la oportunidad para acceder a una mejor vida. Corta, pero mejor.
En la actualidad, la Asociación solo contaba con cinco acólitos de primera Jerarquía incluyéndolo a él, entre sus más de dos mil miembros. Y aun con esto Levi Ackerman era por demás único. Su poder había surgido desde muy temprana edad, sin entrenamiento formal. Lo que confirmaba que en sus venas corría la sangre divina de los ángeles, enviados a acabar con el mal. Bendición otorgada a los Ackerman desde tiempos inmemoriales, se transmitía solo a un miembro de cada generación.
¿En qué consistía el don de la sangre de ángel? Daba el portador no solo el poder de detectar a los demonios sin importar que tan débil fuera sus emanaciones de maldad, también lo dotaba de una fuerza sobrehumana y quizás más importante que eso, inmunidad a cualquiera de sus poderes. Nada había en el repertorio de las huestes del infierno o en los entes de la oscuridad que pudiera tentarlo. Su sangre privilegiada le concedía la fuerza de voluntad de la luz divina. La lanza de la humanidad, ese era su apodo. Mientras él no cediera en su empeño por erradicar a las fuerzas de la oscuridad, había esperanza.
Desde que la oscuridad del infierno fue enviada para atormentar a los hombres, veinte años antes de la fundación de la Asociación, hubo momentos en que la civilización se sintió a la deriva. Totalmente a merced de las fuerzas oscuras que aparecieron de repente, y sin previo aviso comenzaron con una guerra donde ellos llevaban la delantera.
Muerte y destrucción, sin tregua. Las huestes infernales no conocían la compasión o la piedad. Masacraban, violaban y destruían por igual, a mujeres u hombres, a niños o ancianos. En esa época en que el infierno se apoderó del control de la tierra, muchos perdieron la fe y se abandonaron tal y como lo quería los impíos seres.
Sin embargo, los Ackerman, que en ese momento eran amos y señores del reino norteño de Trost, no se dejaron vencer y pelearon. Logrando lo que hasta ese momento parecía imposible: vencer. La esperanza que jamás se apagó en los miembros de esa familia logró que los ángeles se apiadaran de ellos y les confiaran el poder que corría en su sangre, colocando un poco de equilibrio en la balanza. Sin embargo, el cielo debe ser imparcial, por eso ese divino poder solo se le concedió a un miembro de cada generación. Lo que fue suficiente para encender de nuevo la llama, inquebrantable, de un mañana mejor para la humanidad.
La Asociación Ackerman, contaba con doscientos años desde ese evento que marcó la pauta para iniciar la defensa del reino del hombre. Ininterrumpida había sido esa labor y extenuante hasta la muerte. Pero todos dentro de las cuatro paredes del inmenso edificio por el cual Levi deambulaba en busca de sus compañeros, estaban seguros, que valía la pena.
Levi continuaba recorriendo los pasillos de la inmensa sede de la asociación. Por fin se había decidido, le confesaría a Petra Ral que estaba enamorado de ella. Sabía que era una soberana estupidez pensar en amor en los tiempos que corrían. Sin embargo, no podía evitar querer ser feliz, su humanidad se lo impedía.
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El infierno del amor
FanfictionUn ser nacido en las sombras, creado con el único fin de alimentarse de la energía humana, a través de la lujuria propia de la especie. Mikasa, súcubo de primer nivel, condenada a vagar por la eternidad. Ella conoció el verdadero infierno el día que...