Treinta minutos después en los que el juez solo había detenido su avalancha de cargos contra la súcubo para tomar aliento y continuar con su aparentemente interminable letanía, Mikasa pudo sentir cómo las miradas de todos en la sala, incluso de los que antes la habian mirado con deseo y cuyos pensamientos gritaban que serían sus esclavos si ella se los pidiera, habían cambiado.
Repulsión. Simple y llana. Ese era el sentimiento general en el enorme salón, atestado de los acólitos de todas la jerarquías de la asociación.
Y la ojigris no podía culparlos, después de todo, el encargado de imputar "pecados en su contra" había sido bastante creativo. Incluso ella, que había visto más actos ignominiosos que todos los ojos juntos en ese lugar, sintió asco al escuchar algunos de los cargos.
La situación era irreal. Ella, un demonio de primera clase, única en su tipo, capaz de leer los pensamientos humanos para manipularlos a voluntad, poseedora de gran fuerza y velocidad y, sobre todo, una intuición innata que era prácticamente a prueba de todo, se hallaba esposada por su propia voluntad y porque no, también por su estupidez.
Completamente sometida a la humillación que estaba recibiendo todo por él. Si, Mikasa no se engañaba. Desde el momento en que se percató de la existencia del portador de la sangre de Ángel, el mundo que siempre había parecido falto de vida, terriblemente asfixiante y jodidamente solitario, de pronto, como por arte de magia demoníaca, cobro de nuevo sentido.
Su larga e intolerable existencia de nuevo tenía un propósito. Proteger a Levi Ackerman y velar por su felicidad.
¿Ese era suficiente motivo para exponerse a esta clase de humillación? Lo era. Ese hombre valía cada momento de la reverenda mierda que le esperaba, si con eso garantizaba que su vida fuera larga y feliz. Nada más importaba si ese objetivo podría cumplirse.
O eso pensó en el momento la súcubo, que se lo repetía incansablemente así misma. Minutos después, se daría cuenta que la dignidad no tiene precio, ni siquiera el de un gran amor.
Aun con eso Mikasa no dejó de sorprenderse, en lo rápido que Levi ocupó por completo sus sentidos. El trayecto del calabozo a su "juicio" había sido un suplicio, sin embargo, en ese breve lapso nada más existió. Solo él y su abrumadora presencia.
Quizás si hubiera prestado mayor atención a su entorno, Mikasa hubiera podido prever lo que le esperaba, pero al estar tan cerca del alma que había hechizado su corazón, una tarea que debió resultar sencilla en cualquier otro momento, resultó imposible.
Y Mikasa tuvo ganas de reír a todo pulmón, como no lo había hecho en mucho tiempo. Nunca en toda su existencia después de haber recibido su castigo, se sintió tan genuinamente maldita entre todos.
¡Se estaba sacrificando voluntariamente por un hombre que ni siquiera la recordaba, ni lo haría jamás! Peor, el hombre la odiaba en serio. El colmo, era un acólito entrenado para matar a los de su especie. La burla del destino, no cualquier acólito, él portaba la sangre de Ángel.
Y Mikasa que se había tratado de contener no hallo otra manera de sacar su frustración e hizo lo que había querido hacer desde que se percató que tan hundida en el hoyo estaba.
La súcubo simplemente comenzó a reír como si no hubiera un mañana.
Todos en la sala se quedaron entre el desconcierto y la sorpresa. Y no solo era por la acción de la ojigris, que estaba totalmente fuera de lugar, lo que los descolocaba. Era más que nada, el sonido de su risa.
Cantarina, refrescante, dulce y embriagadora. Como el sonido de la lluvia después de una larga sequía, como campanitas al viento una tarde de verano, como encontrar algo que ni siquiera sabías que estabas buscando.
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El infierno del amor
FanfictionUn ser nacido en las sombras, creado con el único fin de alimentarse de la energía humana, a través de la lujuria propia de la especie. Mikasa, súcubo de primer nivel, condenada a vagar por la eternidad. Ella conoció el verdadero infierno el día que...