El cielo era de un vívido azul celeste adornado con algodonosas nubes esparcidas por doquier. Mikasa siempre había admirado el cielo del reino del hombre. Desde que había sido expulsada del infierno era lo único que de verdad creía que valía la pena en su patética vida. Admirar ese a veces brillante, a veces oscuro, a veces rojo y otras azul, cielo.
Todo lo demás, sin excepción, era horrible.
Prostituta, ramera, golfa eran algunos de los epítetos que había tenido que soportar durante el tiempo que había vivido mezclándose con los humanos o al menos intentándolo. Aguantar la estúpida ignorancia e hipocresía del hombre era la historia de nunca acabar. Hasta ahora no había un solo día de su larga condena en que no recordara las miradas llenas de odio y envidia de las humanas. Los hombres no eran mejores, incluso aquel que se autoproclamara libre de pecado y malicia terminaba mirándola con deseo. No importaba la edad de los observadores silenciosos, siempre había sido igual. Absurdo, que ella les llamase tanto la atención con un cielo tan maravilloso sobres sus cabezas. Aunque lo entendía, así había sido creada. Un hechizo de amor u odio perpetuo se cernía sobre ella. Solo podía despertar uno o el otro.
Al menos ahora que había optado por vivir alejada de la ciudadela se ahorraba ese fastidioso comportamiento humano. Solo debía acercarse para alimentarse y ya. El hecho de que creyeran que era una prostituta, y la trataran como tal, hasta cierto punto la beneficiaba. Así era más fácil conseguir alimento.
Su decisión al elegir los alrededores de Mitras como su nuevo hogar, era el alto nivel delictivo del lugar. Siempre hallaba presas con las especificaciones necesarias para volverse su alimento. Sedientos de sexo, malvados de palmo a palmo. El mar cercano a la ciudad pesquera atraía gente de la peor calaña. Y el bosque que la rodeaba la hacía perfecta para el objetivo de la demonio: pasar desapercibida.
Un lugar por que el nadie se preocupaba desde hacia años. Reinaba la ley del más fuerte. Y para mal de todos los que ahí habitaban, la más fuerte era ella.
Mikasa estaba sentada en una de las ramas más altas de aquel pino, el mejor lugar para contemplar ese precioso cielo azul. Cuando sintió la presencia de un demonio. Fácilmente reconocible pues al igual que ella, sus semejantes no poseían alma, haciendo sus auras de un tono negro mezclado con brillos del color que representaba su pecado. Esta en particular era tan negra como un abismo con destellos azules. Un sueño, demonios de la pereza, seguramente de primer nivel, la buscaba.
El sueño rápidamente dio con su objetivo y saltando desde el suelo hasta la rama donde Mikasa estaba, se presentó ante la demonio maldita. Con una brillante sonrisa que simulaba bondad, y con esa cara, casi de niña, lograría engañar a cualquiera de la pureza de aquel ser. – ¿Así que tú eres la demonio maldita, amante de humanos? Te imaginaba diferente. Más miserable y lastimera, pero me equivoque, eres perfecta. –
Mikasa miraba al sueño frente a ella, insignificante, pensó sin dudarlo ni por un segundo. Esta continuaba con su sonrisa, que adornaba su rostro bellamente configurado, enmarcado por brillante cabello negro peinado en dos coletas, que hacía aún más creíble la ilusión de ternura infantil de la demonio.
Casi todos los Sueños eran así, caras angelicales que ocultaban a seres de gran maldad que se deleitaban corrompiendo a los hombres, llenando su mente de fantasías imposibles, dudas sin sentido y miedo irracional. En el infierno eran respetados por sus grandes habilidades para manipular, y aunado a eso poseían una fuerza descomunal. – Disculpa soy muy grosera. Me llamo Mina Carolina, encantada de conocerte. He venido a traer una misión para ti y para mí. Espero que podamos ser amigas. – De nuevo el comportamiento de una pequeña niña humana, aparentemente esa demonio era experta en fingir algo que distaba kilómetros de ser.
-Pero, como tu amiga es mi deber advertirte que no permitiré que un ser tan rastrero como tú manche mi imagen ante mi señor, Belfegor. Así que demos lo mejor para llevar a cabo la tarea. - Por un instante los ojos de Mina mostraron su verdadera naturaleza. Mikasa solo pudo entornar los propios ante la demonio. Estaba harta de tener que soportar a los mensajeros que enviaban del infierno. Todos era un fastidio y esta aparte, era muy parlanchina como para tener que trabajar con ella, el colmo. Simplemente una situación jodida.
- La misión es muy simple, debemos asesinar de la manera más cruel y despiadada a los nuevos perros de la Asociación Ackerman. Según nos han informado, han sido integrados acólitos de primera jerarquía a la filas de tan vulgar lugar, y pues como sabrás es nuestro deber mostrarle a eso gusanos quien manda. O, y en especial al nuevo portador de la sangre de ángel. Es el flamante y tonto heredero de los Ackerman, ese clan de ilusos que se siguen oponiendo a nuestra voluntad desde hace tanto con su estúpida asociación. Son una plaga, y su sola existencia es un insulto. La verdad como yo no deseo entablar lucha con un ser tan desagradable te lo dejare a ti. Mientras yo me encargo de sus compañeros. Así que cuento contigo Mikasa. –
Mina había hecho un puchero infantil para acentuar su imagen. Mikasa miró exasperada a la otra pelinegra, era una cobarde eso era claro. Si le dejaba a ella la tarea de asesinar al portador de la sangre de Ángel, era porque todos los demonios de los primeros niveles sabían lo complicados y peligrosos que eran esos humanos a los que no podían debilitar con su poderes oscuros. Esa pequeña granuja pretendía que hiciera el trabajo más duro. Sin dudas, esa era la peor mensajero del infierno que le habian enviado hasta ahora. Además de ser una total inexperta, pues si supiera que probablemente el portador aun no habría activado por completo el poder que llevaba en su sangre, seguro no estaría ahí con su estúpida actuación de niña buena, cuando era obvio que detestaba lo que Mikasa representaba. Una infeliz rémora, eso era lo que era. Sin embargo, siendo un Sueño no era de extrañarse.
-Esta bien Mina. Cumpliré la misión, que otra opción tengo ¿No? Solo te advierto una cosa, adorable y hermosa Sueño, si vuelves a dirigirte a mi de forma irrespetuosa utilizare tus entrañas como listones para tus hermosas coletas. ¿Estamos claras, amiga? – Mikasa hizo la misma expresión que minutos antes tenia Carolina, y la demonio, aunque no lo deseaba, sintió un miedo paralizante. La demonio maldita era aterradora.
-Tranquila, solo bromeaba amiga. ¿Cuándo nos vamos? No quiero que tu señor se moleste. Y muero por conocer al nuevo portador y heredero de los Ackerman. – Mina odio intensamente esos ojos grises que la miraban con desdén, esa mujerzuela adora humanos se atrevía a burlarse de ella. ¿Que se creía esa puta sin honor?
- Ahora mismo amiga. Si nos apresuramos llegaremos este misma tarde a las inmediaciones de la Asociación. – De nuevo el acto de la niña buena. Que odiosos eran los sueños.
-Adelante, entonces. -
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El infierno del amor
FanficUn ser nacido en las sombras, creado con el único fin de alimentarse de la energía humana, a través de la lujuria propia de la especie. Mikasa, súcubo de primer nivel, condenada a vagar por la eternidad. Ella conoció el verdadero infierno el día que...