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RENNAN

Mis ojos no pudieron despegarse de Eiden por mas que yo quisiera hacerlo; mi mente daba vueltas tratando de encontrar una respuesta ante este nuevo chico que se presentaba ante mí. Mi imaginación me quería hacer creer que se trataba de un impostor y ese no era el mismo niño con el cual yo compartí un planeta.

Durante las siguientes clases me mantuve callado; me convertí en un acosador para ese joven tratando de reconocer algo del viejo Eiden que me haga creer que es él, porque de lo contrario pensaría que solo es otro chico que comparte el mismo nombre.

Se mantuvo prestando atención a clase, participó un par de veces pero al hacerlo su tono de voz derrochaba cansancio o aburrimiento, no lo logre reconocer. Sus pies ya alcanzaban el suelo pero eso no evitó que cruzara una pierna sobre la otra y esa que quedaba al aire se movía inquieta.

Le gustaba llevar el lápiz a su boca mordiendo de vez en cuando y después realizaba una que otra nota en su cuaderno. Lo que captaba mi atención era su libreta ya que su otra mano la sostenía firmemente y en lapsos de tiempo muerto en clase la abría para escribir en ella.

¿Qué podría estar escribiendo? No lo sé; me carcomía la curiosidad y me hacia crearme una y mil teorías. ¿Anotaría sus pendientes? No lo creo; nadie tiene tanto que anotar. ¿Serían poemas? ¿historias? ¿Escribiría sobre su vida lejos de esta ciudad? ¿Qué? ¿Qué palabras se impregnan en esa libreta tan negra cual alas de cuervo?

Necesitaba hablar con él. Ésta vez iba a hacerlo, el miedo no va a carcomerme los huesos y paralizar mi cuerpo. Tengo que hablar con Eiden.
Una vez el timbre sonó marcando el fin de clases guardé mis cosas lo más rápido posible para salir del aula y alcanzar al chico de ropas negras el cual ya se había adelantado e iba a un paso acelerado.

—¡Eiden! ¡Eiden espera!— comencé a correr tratando de alcanzarlo; su paso era seguro pero rápido, tanto que llegamos hasta la salida de la institución.
Obviamente no esperaba que parara así que cuando detuvo su andar y giró en mi dirección no alcancé a detenerme y terminé estampandome contra él.

— Dios...— se tambaleó un poco pero al tomar equilibrio no tardó en apartarme.

— L-lo lamento; n-no pensé q-que—mi maldito tartamudeo volvió y su rostro reflejaba todo menos felicidad; quizá se sentía fastidiado.

— Igora el choque; ¿Qué quieres?— me miró unos segundos para después rápidamente girar el rostro hacia otro punto. ¿Quién eres y que hiciste con mi Eiden?

— B-bueno...—El claxon de un auto sonó llamando su atención y a su vez la mia. Se trataba de una camioneta negra, no podía ver quien iba al volante pero de la parte trasera se bajó la ventanilla dejando ver a una pequeña niña de aproximadamente 8 años la cual muy alegremente agitaba su mano en nuestra dirección.

—¡Eiden! ¡Eiden por aquí! ¡Eiden!— gritó emocionada por recibir un saludo de vuelta. El chico de ropas negras imitó au gesto para que así la niña dejase de llamar tanto la atención.

— Adiós Rennan...— soltó un suspiro y en un dos por tres ya se encontraba caminando en dirección a la camioneta. Al abrir la puerta trasera pude ver como abrazaba a la niña y le regalaba una dulce sonrisa, si; yo reconocía esa sonrisa. Si es Eiden. Pero es una lástima que no sea a mi a quien se la dedique.

— ¿Vas a quedarte ahí con esa cara de estupido o podemos ir al auto?— me sobresalté al escuchar la voz de Gala tras de mí. Ella soltó una risa burlona una vez me di cuenta de que me había descubierto.

El planeta de EidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora