EIDEN
Cerré los ojos recordando su tersa piel y el sabor de sus labios; estando así podía sentir aún sus cálidas manos rozar cada parte de mí al igual que su voz susurrando o soltando suspiros en mi oído. Entre más lo pensaba más me convencía en que todo formaba parte de un sueño o alguna alucinación mía que próximamente iría a parar en mi libreta en forma de verso. Rennan Cooper era demasiada perfección para ser cierta.
No podía sacar de mi cabeza aquel recuerdo de un noche atrás; nada en mí parecía creer que había pasado, que me había entregado a ese chico de gorro rojo el cual recorrió cada parte de mi cuerpo con sutileza, amor, de la forma más pura existente, como si yo fuese un pequeño chico de cristal y así me reclamase como suyo. ¿Podía quedarme atrapado en ese momento, por favor? ¿Puedo estar así con él por siempre?
Abrí los ojos al sentir como olfateaban mi mano, al llevar la mirada hacia el susodicho me encontré a Rodolfo a los pies de mi cama esperando recibir una caricia mía; sonreí leve una vez comenzó a ladrar para captar mi atención. Me incorporé con sumo cuidado hasta quedar con la espalda pegada en la cabecera para así palmear mis piernas y que mi fiel mascota subiera a acurrucarse.
— Pensé tú también huías de mí — le hablé; mi niño interior espera escuchar una respuesta de su parte, sé que no lo hará, no hablando al menos, Rodolfo tiene sus formas para comunicarse.
— ¿Te puedo contar un secreto? — Giró la cabeza en mi dirección; sonreí, no dudé en pasar una mano para acariciarle mientras iniciaba mi relato— Estuve con Rennan...
Suspiré; seguía sin creer era real.
— realmente estuve con él. ¿Sabes lo que es sentir que estas en el lugar correcto, en el tiempo perfecto y con la persona indicada? ¿Como si todos los planetas se alinearan para ti? Así me sentí yo — al echar una mirada a mi fiel amigo pude notar que me observaba con gran atención, al ladrar un par de veces supe que muy a su estilo me daba una respuesta. Reí bajo.
— Al parecer tú también tienes una interesante vida; ¿No? — Deposité un beso en su coronilla, él como reacción lamió mi mejilla, Rodolfo sabía cómo tratar conmigo— ¿Sabes? A veces creo que los animales entienden más que las personas. Las personas son estúpidas.
Mi conversación con el sujeto más pensante de mi casa se vio interrumpida por un par de golpes en mi puerta; giré los ojos y eché una mirada a mi mesa de noche donde el bote de pastillas reposaba; me equivoqué al pensar se trataba de mamá, pues una vez un diminuto cuerpo entró a mi habitación es que supe que la gente realmente es estúpida.
— ¿Qué quieres Paulina? —mi hermana menor se encontraba a unos metros mirándome, vestía un vestido morado a flores blancas, una coleta alta y zapatos negros. Llevaba una muñeca en mano, pero sin duda alguna el yeso en su brazo resaltaba completamente y se llevaba toda mi atención.
— Quería saber cómo estabas — habló bajo mientras se dedicaba a peinar la muñeca que se encontraba ya apoyada en su brazo malo. Me pensé mi respuesta, conté mentalmente hasta el número cinco y hablé.
— Como siempre; ¿Algo más? — su trato conmigo había cambiado desde lo sucedido con su brazo; ahora podía ver el miedo en sus ojos, aun así a un paso lento caminó hasta estar al borde de mi cama.
— No tengo con quien jugar — mi primera idea fue correrla; sin embargo, algo dentro de mí me hizo recordar al pequeño Eiden y me fue imposible no sentirme mal por ella.
— No es una buena idea que yo juegue contigo — negué tratando de sonar lo menos rudo posible; Paulina asintió lento comprendiendo un poco, creo que después de lo sucedido se pensaba dos veces las cosas con respecto a mí.

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El planeta de Eiden
Fiksi PenggemarEiden no pertenecía a este mundo; el tenía su propio planeta y yo deseaba formar parte de él.