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12 años atrás

NARRADOR

Un día más en la escuela; un día nuevo en que Eiden y Rennan se acercaban más. Durante clases el mayor no dejó de observar a su pequeño nuevo amigo el cual se mantenía sentado con su aro de hula rodeandole, al parecer no iba a deshacerse de él.

Cuando Eiden giraba el rostro en su dirección se dedicaban una sonrisa y eso era suficiente para hacer que Rennan se sintieses feliz. Feliz de ir a la escuela.

A Eiden también le gustaba observan a Rennan; cuando no le veía le prestaba atención a cualquier minimo gesto. Como arrugaba la nariz al no entender algo y su ceño se fruncía o la boca de pato que le salía natural si se frustraba con algún ejercicio. Rennan le agradaba; pero lo que le hacía no querer dejar de verlo era cuando sus ojos conectaban con los suyos, por que sólo así podía viajar por toda la galaxia en cuestión de segundos.

La campana sonó anunciando el receso; la profesora pidió al menor aguardar un poco para hablar con él así que Rennan optó por esperarlo en aquella banca donde hablaron por primer vez. Sin embargo; al pasar los minutos y no verle un sentimiento de nostalgia le abrumó; quizá Eiden no quería estar con él.

Ese no era el caso; pues una vez el pequeño se dirigió al baño para lavar sus manos fue abordado por algunos de sus compañeros los cuales disfrutaban molestarle.

— Miren a quien tenemos aquí — habló el más alto de todos; un niño pelirrojo y pecoso de nombre Fran.

— Soy Eiden; Hola — habló muy sonriente el pequeño de calcetines altos de diferente color.

— Ya sabemos quien eres tonto. ¿Qué traes ahí? ¿Tú juguetito de niña?— se burló nuevamente el pecoso logrando que el menor llevé la mirada al hula hula que sostenía con una de sus manos.

— Es mi aro de hula — se encogió de hombros sin entender cual era el problema— No es de niña

— Si que lo es; seguro tú te crees una niña— atacó uno de los amigos del brabucon— Pareces una...

Los tres rieron ante el gran chiste; esperaban que Eiden hiciera todo lo contrario y soltara un par de lágrimas o alegara, pero no.

— ¿Por qué la risa?¿Que tiene de malo una niña?— no encontraba el chiste al asunto. Él sabía que no quería ser una niña, y no le molestaba si lo asemejaban con una, después de todos muchas de las niñas en su salón son muy brillantes.

— Ahora verás... las niñas no se defienden. ¡Agarrenlo!— los tres se fueron sobre el pequeño Eiden el cual por instinto solo se abrazó a si mismo. Sin embargo; a pesar de que recibió un par de golpes torpes lo que en verdad le dolió fue ver como uno de ellos jalaba su aro de hula hasta romperlo.

—¡NO! ¡DEJENLO!— gritó al ver como ese hula hula ya no era un círculo. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver como esa acción les divertía a esos niños tan malos.

— ¡Llora! ¡Llora como niña! Te dijimos que era una; las niñas no se defienden— las risa volvieron a surgir pero poco le importaban; Eiden gateo rápidamente hacia su hula para tomarlo en manos intentando repararlo.

— Oye Fran — una vez el pelirrojo se giró recibió un fuerte golpe en la cara y sus compañeros un par de pistones y jalones de oreja lo que les hizo soltar gritos de dolor— Así se defienden las niñas tarado

Gala Cooper estaba ahí al rescate de Eiden el cual recién limpiaba sus lágrimas observando la escena. A la niña poco le importó ser mayor que esos tres; al ver lo que hicieron al pobre niño y las palabras que usaron no dudo en actuar en su defensa.

El planeta de EidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora