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EIDEN

Abrí esa última caja que había dejado olvidada en un rincón desde que nos mudamos nuevamente; no me sentía con el valor suficiente para hacerlo, peor algo en mi interior dictaba que no podría mantenerlo así para siempre. Es ridículo; ¿No? Como cosas tan simples logran atemorizarnos o hacernos sentir inseguros con respecto a algo dentro de nosotros.

Aquí estoy yo enfrentándome a esa caja que me sujetaba a mi pasado; en su interior contenía todo eso que yo prefería desvanecer, por años desee que fuese todo un sueño, una pesadilla, pero no. Esto es real. Mamá intentó evitarme "la pena" de desempacar eso; creyó prudente guardarlo en su recamara. Sin embargo, yo sabía eso no solucionaría mis problemas. Tengo que ser yo.

Esperé a que mis padres salieran junto a
Paulina y que Rodolfo tomase su siesta para lograr encerrarme en mi habitación con cortinas abajo y tomar asiento en el centro de mi cama con esa fea caja entre mis manos. Mi pecho sintió la presión; las sensaciones que me recorrían ahora no se las deseo a nadie: manos frías y sudorosas, temblor corporal, nudo en la garganta, tener que tomar aire por la boca porque de lo contrario te desvaneces.

Una vez logré observar el interior la primera lagrima rodó; al esculcar los papeles, fotos y objetos una segunda le acompañó. El dolor seguía intacto, al igual que los recuerdos, me fue imposible no volar años atrás, donde yo solo era un niño asustado que no comprendía lo que acababa de suceder, o donde estaba.

Años atrás...

— No me gusta aquí. ¡Quiero a Rennan! ¡Quiero a Rennan mamá! — sollocé abrazándome a las piernas de mamá la cual inútilmente intentaba tranquilizarme. Pero no; no funcionaba. Yo estaba roto, yo necesitaba a mi planeta.

— Eiden; cariño. Esto es por tu bien; te prometo que aquí te van a ayudar mucho— negué al escucharla; no me gustaba ese lugar, no me gustaba esa gente, no me gustaba esa vida.

— Hijo; campeón. Tú tienes que quedarte aquí. ¿Okey? —grité un "No" violento al escuchar a mi padre— Eiden...

— No por favor—me alejé de ellos al notar no comprendían mi dolor y no lograrían solucionarlo— No quiero...Estoy bien. Yo estoy bien.

— Cariño —mi padre se acercó para acariciar mi cabello; sin embargo, eso no calmaba mi llanto— Pronto lo estarás; lo prometo.

— Mi niño; mi pobre bebé— mi progenitora no tardó en lanzarse a los brazos de papá. Yo solo podía observarlos con miedo a lo que se avecinaba; no tenía idea que podría hacer yo en un lugar como este. Aun peor; me atormentaba el saber jamás pude despedirme de Rennan, mi planeta.

[...]

Años después: Eiden Price 13 años.

— Eiden; es bueno verte por aquí. Dime cariño; ¿Cómo has estado estos días? — Observé a la mujer con poco interés; regresé la mirada al reloj en la pared esperando así avance más rápido— ¿Estás conmigo Eiden?...Eiden Price.

— Sigo aquí. Desgraciadamente— me crucé de brazos. Sabía que me haría entrega de mis pastillas; y yo las odiaba, ellas detenían mi despegue a otros planetas. Cada que esa porción era ingerida por mi cuerpo yo me volvía un mortal. Yo me paralizaba.

— ¿Qué tal tu semana? ¿Algo nuevo? —extendió la mano esperando hiciese entrega de mi libreta. A veces me pregunto si me creen tan estúpido para dejar que lea mis pensamientos. Aun así su pregunta se quedó en mi mente durante unos minutos; ¿Qué tal mi semana?, un par de flashback hicieron aparición dejándome un mal sabor de boca.

El planeta de EidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora