Capitulo 1

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Vacío.
Un lugar que carece de materia, o que nada existe dentro de un receptáculo.
Eso es lo que yo siento a diario dentro de mi, vacío. Quisiera decir que me duele el pecho, o que me siento feliz, incluso enojada. Pero no siento nada, solo un vacío interminable. Antes sentía, cuando era pequeña, incluso cuando era pre adolescente. Me acuerdo que siempre tenía una sonrisa en la cara, la casa siempre estaba llena de risas, mía y de mi hermana.
Mi hermana...
Una niña, literalmente. Su cabello rubio habitualmente caía en ondas por su espalda si es que no lo tenía agarrado en una cola de caballo alta, siempre envidie su belleza a pesar de su corta edad. Su nariz pequeña, sus pestañas largas resaltando sus verdes y grandes ojos, sus labios carnosos y rojos. Una reina de belleza. Si que lo era, no me imagino la rompecorazones que sería de grande. Tenía tanta vida por delante... Siempre fue muy desobediente, si nos hubiera oído y no hubiera cruzado esa calle...
Quisiera decir que quiero llorar, que me duele el pecho, el ver el recuerdo de mi hermana desangrándose muerta. Pero no, con el tiempo apagué el dolor, apagué los sentimientos. Mis papás me quisieron ayudar, me llevaron a terapia y nada cambió. Ya no siento. Y odio eso, quisiera llorar, extraño hacerlo. No recuerdo que era reír, o una sonrisa sincera. Tiendo a sonreír falsamente para no hacer sufrir más a mis papás de lo que ya lo están haciendo o mis típicas sonrisas falsas y condescendientes para la sociedad de mierda en la que vivimos. Suspiré escuchando como el segundero del reloj sonaba, cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo es mas lento desde que Amelia murió. No tenía una motivación. Escuchaba como al fondo sonaban las voces y risas de mis compañeros, pero yo estaba sumergida en mi propio mundo, mi burbuja de pensamientos y recuerdos. ¿Como se sentía reír? No recuerdo. ¿Como se siente estar feliz? Tampoco lo recuerdo. ¿Como se siente poder sentir algo? Quisiera saber, lo deseo. Aún puedo escuchar la voz aguda de Ami llamándome.
Alex, Alex, Alexia
Se repetía mi nombre hasta que salí de mi trance y vi a la profesora de ciencias sociales mirándome expectante, al igual que las miradas penetrantes de mis compañeros.

Hace un tiempo estaría roja de la vergüenza

- ¿Si? - Una respuesta indiferente y sin ánimos brotó de mi boca. Como normalmente.

- Responda mi pregunta, por favor. - Frunció los labios, intentando ocultar su clara irritación debido a lo que me imagino, es mi actitud. Así son todos los profesores ahora. Antes era la mejor, y ahora agradecen si hago acto de presencia en el salón.

- No la escuché - Confesé honestamente. Ahora era muy directa, ya no me importaba lo que dijeran o pensaran los demás. Antes era muy insegura, hacía todo a partir de lo que pensara la sociedad. Ahora me vale una soberana mierda, si les caigo mal pues bueno, si les caigo bien, pues también bueno, si les valgo verga, aún mejor. Vi como la señora García rodó los ojos. Es una mujer de aproximadamente cuarenta años, su pelo rubio pintado, sus ojos azules cubiertos por capas de sombra y delineador negro, sus labios siempre en un color carmesí y normalmente olía a café.

- Necesito que pongas atención Alexia, se que es duro lo de tu hermana pero... Ya han pasado cuatro años, tu educación importa de ella depende tu futuro - Me comentó con voz suave. Aquel mini discurso me hizo brotar una sonrisa sarcástica, comencé a negar lentamente.

- ¿Cual futuro? - Pregunté con una ceja encarnada. Hablaba enserio. ¿Que futuro tenía? Una suicida sin motivos ni sentimientos, quien nunca prestaba atención a clase y solo pasaba por la lastima de sus profesores. Cuanto odiaba que me tuvieran lastima. Creo que el único sentimiento que aún tengo es el odio. Detesto a todo y todos. García bufó y posó sus manos sobre ambas de sus caderas, una a cada lado. Me fijé en sus uñas, eran largas como de bruja y del mismo tono que su labial.

- Creo que es mejor que vayas a hablar con el señor Salvador - Enrique Salvador es el psicólogo del colegio, cada vez que abría la boca me llevaban a hablar con el. ¿Tan loca estaba que solo hablando ya necesitaba ayuda?. Me encogí de hombros, ya estaba acostumbrada. Agarré mi bolso de atrás de la silla, me la colgué en el hombro y moví mi silla hacia atrás creando un chillido debido al metal de sus patas y al material del suelo. Las plásticas, como me gusta llamar a las egocéntricas peliteñidas que solo buscan novio, hicieron un chillido.

Solitariamente juntos © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora