Capitulo 8

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Tenía claro que irme de la fiesta llena de maleantes borrachos, sola; era una mala idea. Pero venga, al parecer todos en el lugar eran de confianza de los chicos con los que recién había hablado. Que se acercaran a mi era muy poco probable.

Pero como siempre, me equivoqué.

Unos brazos me rodeaban por la cintura con fiereza y un caliente y apestoso aliento estaba pegado contra mi oído.

— ¿Que hace una pollita tan linda, aquí tan sola? — Su voz era rasposa y sonaba arrastrada. Me imagino que por las sustancias en su organismo.

— ¡Nada de tu incumbencia, imbécil! — Le pegué un codazo en su abdomen haciendo que retrocediera dando un jadeo.

¿Que creían? ¿Que iba a llegar Blake o Justin y me iban a defender? Soy una mujer, me puedo librar de todo tipo de hijos de puta, sola. No necesito a nada ni nadie.

Sabía que eso no iba a ser suficiente. Que el tipo se iba a recomponer en poco tiempo y seguiría siendo un... Hombre. Porque eso es ser hombre ¿no?

Tus amigos te felicitan por estar con muchas mujeres, entre más tengas, más hombre te consideran. Y si tienes novia y la engañas,

Uff, el macho.

Ah, pero si una mujer es infiel o está con varios; solo la consideran una puta.

Vaya sociedad de mierda en la que vivimos.

Me volví a acercar al tipo con pasos fuertes y seguros, no sentía miedo ni nervios. Solamente sentía la sangre hervir en mis venas a una temperatura anormal, trayendo el calor de la ira por todo mi cuerpo.

La sonrisa que tenía en su cara me perturbó, era cínica; parecía un puto monstruo listo a atacar a su presa.

Lastima... Su egocéntrica mente parece creer tener el control. Pero en la verdadera situación, los roles están invertidos.

Yo soy la cazadora y el la presa.

— Dame otro, mami. Se sintió bien. — Se tambaleó levemente y dio una risa nasal. Hice una mueca de asco.

No se que me daba más nauseas. Su aspecto, su tremebundo olor, sus comentarios o toda la situación en general.

— Das asco — Espeté mirándolo.

— Eso, insúltame, golpéame... No sabes lo duro que me pones — Juro que tuve que tragarme el vomito que había subido por mi garganta. Mi estómago se revolvió por completo.

Por lo tanto, sin esperar más tiempo. Me acerque lo suficiente al bastardo que tenía en frente, y subí mi rodilla pegándole directo en donde no le da el sol.

— Perra — Masculló entre dientes tirándose al piso.

Di un suspiro de satisfacción.

Eso si lo va a mantener quieto por un momento. Al menos lo suficiente para que me suba a un Uber y me largue lejos de aquí.

Mis pasos eran largos y mis pasos resonaban contra el frío pavimento. De reojo pude ver como algo me seguía, ojalá se detenga porque o sino acabará como su compañero. Me abracé a mi misma acelerando mi paso. Lastimosamente, el extraño hizo lo mismo.

Ya estaba comenzando a perturbarme.

— Mira amigo — Me volteé ya algo irritada, ya tuve suficientes con morbosos por hoy. O bueno, con los chicos en general. Mi frase se vio pausada al conectar mis ojos con un iris verde bastante familiar. — ¿Y tú qué haces aquí? — Me crucé de brazos. Su típica sonrisa condescendiente se curvó en su rostro.

Solitariamente juntos © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora