Capítulo 9

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Durante el día Sabrina notó que Evie y Mal habían salido, entonces se escabulló a la oficina de Evie para ver con que podría encontrarse. Comenzó a abrir cajones, y revisó en los papeles, quería saber si había algo que pudiera usar más adelante a "su favor". Cuando en el fondo de un cajón encontró lo que parecía un libro rojo con la letra E grabada, no lo pensó dos veces cuando ya lo tenía abierto.

Dear Diario - Domingo 24
Hoy ha sido un día difícil, el más difícil de mis días en realidad. Mi padre tuvo que aparecer y amenazarme de esa forma, le temí como nunca, hoy al fin daría otro paso increíble con Doug, anhelaba tanto que ya me pidiera ser su novia. Esta noche estaríamos cenando en un mágico lugar y seria oficialmente su novia.

A veces no evitaba el soñar una vida entera con alguien que me amara tanto como él lo hace.

Pero tengo que renunciar, mi padre me obligó, me amenazó con que si se enteraba de algo iba a cobrársela de la peor forma: con la vida de él o de uno de mis amigos. Tenía fotos de todos y cada uno de mis amigos, era malo a pesar de venir de la realeza, y nunca entendí el porqué.

Él solía pasar tiempo conmigo siempre de niña, pero un día no soportó seguir viviendo en la Isla y el escapó lejos, nos dejó a mi mamá y a mí; pero no sin antes obsequiarme el maravilloso espejo de las "soluciones", ese espejo me mostró el cómo debería ser, y creí que la belleza era mi prioridad; el ser bella era mi único objetivo en aquel entonces. Hasta hace unos años, al venir a Auradon, la tierra de los sueños y la esperanza en el bien. Al estar aquí me di cuenta que hay algo más importante, el amor, y una vez que lo conoces, es imposible dejar de sentirlo tan fácilmente, aún aunque no hayas pasado una vida con ello.

Duele tanto renunciar, pero es el precio que pagamos algunos por la felicidad de otros. Este nuevo espejo me llama, pero me da miedo de tomarlo, un gran secreto en él hay, y sé que una vez visto ya no habrá vuelta atrás.

Sabrina había leído esto y había quedado boquiabierta, ahora sabia más de lo que se hubiese imaginado. Tenía varias cosas a su favor, y principalmente ahora pensaba cómo esto le serviría para acabar con Mal y vengarse de Evie.

—¿Qué estás haciendo aquí adentro?

Sabrina brincaba de la impresión que se le cayó el libro al piso, estaba nerviosa, mientras Uma la estaba observando de arriba abajo con curiosidad.

—Sólo vine a buscar un libro para leer —levantó el libro rápido, continuó—. Iba a pedírselo a Evie pero salió con Mal a distraerse, no tuvo un buen día ayer.

Uma se le quedaba viendo, con cara de querer descubrir algo, pero no tenía las razones necesarias para acusarla de algo. No ahora.

—¿Ah sí? Y tú, ¿qué tanto sabes de Evie?

—La conozco desde niñas, Uma.

—Había olvidado que eras la mejor amiga —contestó sarcástica Uma.

—Pues aunque no te parezca.

Uma se puso frente a la pequeña chica rubia ojiazul con mirada retadora y aún curiosa. Sabrina era bastante bonita, no parecía inclusive un villano, no tenía ni un pelo de Maléfica, tanto que hasta parecía una princesa.

—¿Qué tanto me vez? —hablaba de nuevo Sabrina.

—Nada, nada, sólo que eres bella.

—¿Ahora resulta que de repente serás amable conmigo?

—No.

Se quedaron un momento más viéndose fijamente, después Sabrina dio media vuelta y salió volteando los ojos. Uma sólo reía. Esta princesa, no parece que viniera del mundo en el que creció, pensó la morena.

Por la noche...

Evie volvió a su habitación y se acostó en su cama para al fin descansar, cerró los ojos y respiró profundo, cuando de pronto algunos sollozos comenzaron a oírse nuevamente; era la hora.

—Tómame... Yo sé que has estado pensando en hacerlo... —Evie se levantó y fue directamente hacia el tocador. No le temía, ya no más—. Ábreme... y yo haré para ti, tanto como tú hagas para mí...

Evie lo había decidido, abrirlo de una vez por todas.

Y así fue.

La peliazul abrió el espejo y a los pocos segundos comenzó a salir una especie de luz roja de este, extendiéndose por toda la habitación. Los marrones de Evie comenzaban a brillar entre aquellas ráfagas de luz rojas, y de un de repente esa luz fue directo a estampar en el rostro lívido de aquella princesa.

Y fue el día...

Y nadie sabría lo que acontecería, ni lo que pasó la noche anterior.

Era último día de clases, Mal había faltado para ir a recibir a Ben al aeropuerto. Todas las mañanas quedaban en verse en los casilleros veinte minutos antes de la clase y estaban exactamente: Uma, Harry, Lonnie, Carlos y Doug. Cuando vieron que Evie caminaba por los pasillos con más de una mirada puesta sobre ella.

Pero esta no era la Evie de siempre, la dulce Evie que todos conocían: esta era digna, era bella, era superior a todo y a todos. Esta se sentía llena y era la más hermosa entre todas las mujeres, y así, caminaba como lo que era y sería desde ahora, una reina.

El color de sus ojos dejaron de ser cafés claro, ahora eran un café oscuro, con un ligero brillo de aquella magia que había poseído de ella, reflejada en un minúsculo destello de luz, volviendo los marrones más desafiantes de lo que pudieron ser alguna vez.

Su cabello caía a los lados: lacio, largo, color azul y con mechones negros y uno que otro toque rojo. Ahora lucía una capa roja y en la cabeza una gran corona real y de oro.

Y por supuesto, un nuevo y mejorado traje azul en ella no faltaba jamás. Evie era suntuosa, y tenía ahora también el poder, poder para destruir todo si así lo deseaba en segundos, y sin ningún sentimiento de remordimiento alguno.

Todos miraban a Evie boquiabiertos, no había más.

—Muy buenos días para todos —decía la reina peliazul, cuya sonrisa era la más perfecta y luminosa entre todas las criaturas divinas.

La banda de la escuela la habían escoltado en su entrada triunfal por los pasillos de esta, y no existió mirada que no se haya posado en ella.

La Descendencia del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora