Capítulo 13

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Evie y Sabrina habían regresado ya a la casa, entonces la peliazul fue a su oficina y se sentó en la gran silla tomando el espejo en sus manos mientras lo miraba.

Al poco tiempo lo abrió, y los ojos de Evie parecían poseídos por el mismísimo reflejo de ella misma. Lo extraño era que una lágrima estaba deslizándose por el rostro de Evie, pero era en el reflejo del espejo.

Evie al notarlo acercó su mano derecha a su rostro, pero esa lágrima no existía. Era como si la verdadera Evie estuviera ahora encerrada dentro del espejo y soltando una lagrima.

—Oye Evie —interrumpió Sabrina.

Evie cerró el espejo bruscamente y lo escondió entre sus manos. Sabrina lo notó, pero no dijo nada.

—¿Qué pasó Sabrina?

—Sé que esto se verá y entenderá mal, pero tengo tu diario.

—¿Mi diario?

—Sí, discúlpame. —Le entregaba el libro—. No quise tomarlo, pero lo agarré por error y como estaba preocupada por ti, no pude evitar abrirlo una vez que supe qué era.

—Da igual ya —dijo Evie indiferente y su expresión parecía perdida ahora, cosa que no pasó desapercibida para Sabrina.

—Evie, la vez que te dije que podías confiar en mí no mentía. —Sabrina observaba que tenía el espejo escondido sobre sus manos—. Quiero ayudarte en todo lo que pueda, y estar para ti...

Pero claro que le convenía saber todo.

Evie abrió el espejo nuevamente y se comenzó a ver en él, su rostro era inexpresable esta vez, sólo se miraba a ella misma y sin más.

—Me iré —soltó la peliazul.

—¿Cómo te que iras?

—Tengo que irme de Auradon, Sab.

La peliazul se giró para ver a Sabrina, y ahora Evie había sufrido una tercera transformación, en la que ahora sonreía de lado a lado, pero esta sonrisa era más perversa, era más cruel, no tenía nada de la verdadera Evie Queen, sus ojos marrones volvían a oscurecerse y Sabrina experimentó una clase de escalofrío.

En el castillo de Ben.

Mal había llegado a buscar a Ben y al verlo corrió a abrazarlo.

—Amor, ¿qué sucede? ¿Todo bien?

—No. —La bella chica ojiverde lloraba, lloraba mucho, y no podía controlarse.

Después de un rato en el que Ben la abrazaba y sólo se escucharon los sollozos de Mal, su respiración comenzó a estabilizarse y Ben buscó su mirada.

—¿Mal, qué tienes?

—Me siento muy mal, Ben. No entiendo qué está pasando con Evie. Estoy muy preocupada por ella. Tengo mucho miedo de que le pase algo.

—Mal, estamos en Auradon. ¿olvidas que yo soy el rey?

—No lo entiendes, se trata del padre de E... —Mal cubría su boca ahora. Por error había hablado de más, había roto su promesa.

—¿El padre de quién? —el castaño lucia confundido.

—De nadie.

—¿El padre de Evie?

Si ya había hablado tenía que terminar de decirlo, todo se le había salido de las manos, no sabía ni qué hacer, no sabía cómo ayudar a su amiga ya. Así que terminó confesándole todo a Ben. Mal ya no podía sola con ese enorme secreto.

La Descendencia del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora