Capítulo 17

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De pronto los ojos de Mal empezaron a volverse fosforescentes y esta no podía controlarlo, no sabía qué pasaba.

—¡Mal!... ¡Mal! ¿Qué tienes?

—No lo sé de repente empecé a no poder controlar mi poder.

Ahora Uma empezaba a desfallecer.

—¡Uma!

—¡No sé qué está pasando Mal, me siento muy mal! —Uma empezaba a toser y a respirar con dificultad.

—¡Uma, tu collar!

Ambas volteaban a verlo y Uma lo tomó en su mano. Mal pensó unos segundos, seguido de esto volteo a ver a Uma y ambas pensaron en lo mismo, Evie.

—Tenemos que ir por Evie —dijo Mal.

—Se trata del mal.

—Pero Uma, no puedo abandonar a Evie.

—Sí, pero Evie lo ha decidido.

En Greyca

Evie estaba en su habitación, y no sabía qué hacer, jamás creyó que entre las personas más importantes que había tenido en su vida alguna le terminarían haciendo algo así. Ahora ni siquiera tenía a Sabrina, Y es por ello que dejó de esperar. Porque aún esperaba, aún creía en que algo bueno pasaría si hacía bien las cosas, pero desgraciadamente no fue así.

Después de un rato de estarle dando vueltas a todo en su cabeza, decidió salir a caminar, y empezó a observar los oscuros espacios que acechaban en aquel su reino: colores oscuros por doquier, al igual que basura y olores desagradables. Apenas se alcanzaban a ver que vivía alguien por ahí. Pero sí, sí había personas tras los muros y entre las sombras.

—Disculpe.

Evie brincó del susto y luego se giró pudiendo prestar atención a la anciana de entre 60 y 65 años, que le estaba hablando.

—¿Tiene una moneda? —preguntó timida la señora.

Y al mirar con más claridad, vio a la señora demacrada, cabello desarreglado y ropa sucia: la cual bajo sus los costados, dos pequeños niños que parecían esconderse detrás de ella.

Evie asintió y sacó un billete de su pantalón:

—Aquí tiene.

—Señorita esto es más de lo que...

—No se preocupe, tómelo —dijo firme Evie.

La señora le agradeció y se fue con las dos criaturas.

Todo esto le parecía bastante familiar a Evie: barrios pobres, gente en la calle a altas horas de la noche, todo desprotegido. Y al hacer esta acción, se había sentido observada y empezó a tener miradas puestas en ella, nadie imaginaba bien quién era ella.

Aquel lugar era muy pobre, nadie tenía qué comer, ni dinero, ni un manto para el frío, mucho menos había alguien dispuesto a ayudar. Pero lo que más extraño le parecía a Evie, era que el lugar, abandonado y sin recursos, le recordaba a su primer hogar, la Isla.

En el transcurso que empezó a caminar vio varios niños solos en la calle, dormidos entre cartones y tapándose con periódico. Entre ellos una pequeña niña de 6 años, que abrazaba a su aún más pequeña hermana, Evie se acercó y colocó su saco sobre estas, confirmando que este lugar era horrible, más de lo que imaginaba, y volvió a recordar cómo se había sentido ella antes de todo.

Después de un rato Evie regresó al gran castillo, y vio en este que parecía todo lo contrario a como era afuera, pues este  estaba lleno de lujos, mucha comida y manto principalmente. En él había cualquier cosa deseada, pero Evie sabía que obtenidas por la avaricia y el desamor al prójimo, pues en el castillo había suficiente para todos.

—Su majestad —la interrumpía un sirviente real—, es momento de que se aliste. Su padre la está esperando.

Evie lo vio y él ni siquiera podía verla a los ojos. Ella decidió no decir nada, recordó lo que unas horas antes había escuchado de su padre y Sabrina, y lo que había visto fuera. Y sólo se dirigió a la que sería ahora su alcoba real.

Al entrar se encontró con un vestido bastante lujoso azul, junto a este las zapatillas rojas más caras nunca antes vistas, y un par de joyas que combinaban perfectamente con el conjunto. Observó todo esto, y lo pensó dos veces, pero terminó poniéndoselo.

"No necesito nada de esto y me gusta crear mi propia ropa", pensó. Pero ya no había antes, ahora era presente y futuro.

—Disculpe interrumpirla su majestad, pero la esperan.

"¿Su majestad? ¿qué era todo eso?", no lograba acostumbrarse.

Evie asintió y acompañó al caballero en un largo pasillo hasta una sala, en la que habían dos grandes puertas, dos hombres a los costados se dispusieron a abrirlas y anunciar a la princesa y futura reina.

Al entrar vio aquella "iniciación" la cual iba comenzando, pues esperaban de la dulce princesa para dar inicio. Estaba lleno de ancianos con extrañas vestimentas largas y color lila, todos ellos hombres, cubrían sus rostros y rendía culto al más poderoso hasta ese momento, el padre de Evie.

La bella princesa se posó frente al trono, y en la mano izquierda de Evie se sostuvo el espejo, y en la derecha la poderosa piedra del poder: que brillaba ahora con mayor intensidad.

—Solamente aquella persona digna será la cual podrá liberar el poder y consumirlo en su propio ser —hablaba uno de los ancianos mientras se los colocaba en las manos.

Y ahora en su cabeza fueron colocadas la corona real, y después una gran capa rojo oscuro recargada en su lomo estaba. Y recordó todo lo que Sabrina le había hecho, recordaba a su padre quien ahora estaba a su lado: parecía orgulloso. Luego recordó a Doug, recordó a Uma, Carlos, Jay, Ben, y recordó a Mal.

Y fue derramada la ultima lágrima.

—Al tomar la roca, acepta su poder; el espejo, la sabiduría (aquel objeto resultaba sólo ser una parte de todo esto); la capa, la libertad y protección divina del inframundo; y la corona, la realeza y herencia de su nuevo pueblo, el mal.

El viejillo le abrió el espejo.
Evie tragó seco, sabía lo que venía a continuación.

—De ti poseeré y no habrá vuelta atrás... —comenzó a decir el espejo una y otra vez—. De ti poseeré y no habrá vuelta atrás.

Y empezó a salir nuevamente esa extraña luz roja, pero ahora la acompaña unos tonos negros y algunos verdes. Y entonces estos cuatro objetos se fusionaron para ser uno solo.

Evie se mantuvo firme viendo hacia el frente, los ancianos comenzaron a hacer un tipo de rezo, mientras levantaban una copa y le dieron de beber a Evie.

De pronto el color del cetro viejo, que había durado guardado durante años, mantuvo el rojo poderoso y ella ahora era la única digna de disponer de él cuanto quisiera, y no sólo de él, disponer de todo.

Pero había algo distinto, y difícil de poder cambiar... Que la Evie que todos conocemos, nuestra Juana de Arco, nuestra alma pura, nuestra chica de más genuino corazón...

Había dejado de ser y ya no estaba más ahí, dejó de existir.

La Descendencia del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora