🔹Fantasmas y estafas🔹

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Se pusieron bravos los días después de descubrir el quilombo de mi viejo. Entre llamadas de minas desesperadas y secretos turbios, parecía que no íbamos a encontrar nunca la paz que tanto necesitábamos. Pero lo que pasó a continuación fue todavía más bizarro, una bizarreada total.

Una noche, mientras estaba en casa con mi vieja, sentí como si el aire se pusiera más denso de repente. Un escalofrío recorrió mi espalda y una extraña sensación de presencia me invadió. Era como si alguien estuviera observándonos desde las sombras, acechando en los rincones de la casa.

Al principio pensé que era solo paranoia, producto del estrés y la tensión de los últimos días. Pero a medida que pasaban las horas, esa sensación persistía, haciéndose cada vez más intensa. Empecé a escuchar ruidos extraños, susurros que parecían venir del fondo de casa y me dio la impresión de ver sombras entre las plantas.

En un momento, mientras estaba en la cocina preparándome un café con leche, juraría que vi una figura borrosa parada en el marco de la puerta del comedor. Mi corazón se aceleró y un grito se quedó atrapado en mi garganta mientras me quedaba petrificada, con los ojos clavados en la imagen fantasmagórica que veía.

Por un instante, creí ver la silueta de mi viejo, papá estaba mirándome con ojos grandes y vidriosos. Pero en un parpadeo, la figura desapareció, dejándome con la sensación de que había sido solo una ilusión creada por mi mente alterada.

Cuando se lo conté a mi madre, pensó que estaba alucinando por el estrés, hasta insinuó que me estaba drogando. Pero yo sabía lo que había visto, o al menos eso creía. La presencia de mi papá parecía seguirme a todas partes, como si estuviera tratando de comunicarse conmigo desde el más allá, incluso la sensación de que me seguía la tenía en el colegio donde trabajo y no es una buena señal porque con mi reacción podría llegar a asustar a mis pequeños alumnos.

Pero la cosa no terminó ahí. Resulta que una de las minas que llamaba al celular de mi viejo era una dominicana llamada Yuri, que todavía no sabía nada de la muerte de mi viejo. Y acá viene lo más bizarro de todo: decidí hacerme pasar por él para ver qué onda con esta mina.

Agarré el celular y le contesté a esa perra haciéndome pasar por mi viejo me puse a responder sus mensajes, tratando de imitar su modo de escribir. Al principio, la mina estaba re emocionada, pensando que mi viejo había vuelto a hablarle porque pensaba que papá la estaba ignorando. Pero cuando le pregunté qué quería, su respuesta me dejó helada.

Resulta que mi viejo le había estado enviando guita a esta dominicana para que comprara una discoteca en Santo Domingo y los aparatos electrónicos que necesitaban. ¡Una discoteca, la puta madre! Yo no podía creer lo que estaba leyendo, ¿mi viejo metido en esos negocios?

La mente me daba vueltas mientras hablaba con Yuri, tratando de sacarle más información sobre la relación que tenía con mi viejo. La mina estaba re ilusionada, pensando que iba a volver a verlo después de tanto tiempo. Pero yo sabía que eso no iba a pasar, que mi papá ya no estaba entre nosotros.

Cuando le dije Chau, me sentí re agotada y confundida. ¿Qué estaba pasando realmente? ¿Por qué mi viejo se había metido en un quilombo tan grande? Y lo más importante, ¿cómo íbamos a enfrentar todo esto sin que nos llevara por el camino de la perdición?

Con la mente reventada, me prometí una cosa: iba a descubrir toda la verdad, por más oscura y peligrosa que fuera. Porque, aunque enfrentarla significara poner en peligro mi vida, prefería arriesgarme antes que vivir en la mentira. Y así, con la determinación de un león y el coraje de un guerrero, me lancé de cabeza al abismo de los secretos familiares, sin saber qué nos esperaba al final del camino, pero decidida a descubrirlo, cueste lo que cueste.

METEORA y las secuelas de la muerteOnde histórias criam vida. Descubra agora