Todavía me afectaba trabajar, el ambiente en el colegio no mejoraba ni un poquito. Los rumores que Eliseo me dolían, pero ahora Ray estaba decidido a hacer algo demente para frenar el asunto. Decidió que la mejor forma de defenderme era atacar a Eliseo, pero su método inusual me preocupaba. No estaba segura de que difamar a Eliseo fuera la solución valiente, pero Ray estaba convencido de que era la única manera de nivelar el campo de juego.
Una mañana, mientras nos preparábamos para nuestras clases, Ray se acercó a mí en la sala de profesores.
—Meteora, vení —dijo en un susurro, mirando alrededor para asegurarse de que nadie nos escuchaba.
—¿Qué pasa, Ray? —le pregunté, sintiendo algo de miedo.
—He estado hablando con algunos colegas y... bueno, les he contado algo sobre Eliseo que podría cambiar las cosas.
—¿Qué hiciste? —chillé.
—Les dije que Eliseo tiene un fetiche por las mujeres mayores. Que por eso se acercó a tu madre en primer lugar.
—¿A qué te refieres con eso?
—Anduve diciendo que Eliseo tiene gerontolofilia —soltó y suspiró
—¿Qué?
—Es una parafilia que consiste en la atracción sexual hacia personas ancianas, con búsqueda de una pareja sexual mucho mayor de edad cronológica con intenciones sádicas.
—¿Qué? ¡Ray, eso es una locura! ¿Intenciones sádicas? —exclamé muy alterada, sin poder creer lo que estaba oyendo.
—Escucha, Meteora. No podemos dejar que siga difamándote a ti y a tu familia. Si él puede jugar sucio, nosotros también.
—¿Vos te pensás que involucrar a mi madre en este jueguito nos va a hacer bien?
Ahora van a pensar que él es un loco de mierda y que mi mamá es una víctima de un loco fetichista... —sus ojos críticos se posaron sobre mí. Intenté irme y dejarlo solo, pero solo perdí todo el interés por lo que trataba explicarme, interponiendose con la calma que preciso y yo—. Cállate, no digas más, estoy harta de que se divulguen cosas horrendas.—Pero, sin embargo, lo que dije tiene mucho sentido. Si pudiese o si fuese vos, mataría a tiros a ese mogolico —voceó Ray.
Sentí una mezcla de gratitud y miedo. Agradecía el intento de Ray por ayudarme, pero temía que todo se convierta en un circo.
—No lo sé, Ray. Esto podría tornarse mucho peor, entiende —le dije, tratando de razonar con él.
—Confía en mí, Meteora. Ya verás que esto funcionará.
La conversación fue interrumpida por el sonido de la campana que anunciaba el comienzo de las clases. No tuve tiempo para discutir más con Ray, así que me fui a mi aula sin decir más.
Durante el almuerzo, la sala de profesores estaba inusualmente llena. Los murmullos y risitas no paraban, y noté que muchos de ellos miraban a Eliseo con disimulo.
—¿Te has enterado? —escuché decir a Graciela, la cocinera—. Dicen que Eliseo tiene un fetiche por las mujeres viejas.
—¿Cómo?
—Que el profe de gimnasia le da masa a las ancianas —murmuró.
—Sí, lo escuché esta mañana. No me sorprende que se haya acercado a mi madre.
—¡Pobre mujer, debe haber sido un shock para ella! —añadió Graciela mientras me servía la ensalada de tomate y lechuga.
Vi a Eliseo en el fondo de la sala, su rostro estaba colorado como un tomate, lleno de ira. Parecía saber exactamente de dónde venían los rumores. Sus ojos encontraron los míos, y por un momento, pensé que vendría a enfrentarme o a gritarme. Pero se dio la vuelta y salió de la sala con la cara larga.
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METEORA y las secuelas de la muerte
Short StoryAlgunas personas juran amor y fidelidad eterna cuando se casan, pero llega un día inesperado, donde la oportunidad de tener sexo y lujuria con otra persona lo cambia todo.