Despues de la escuela pasé por el parque, sé ahora que fue una mala elección ir a pie a mi casa. Vi a Eliseo paseando a su perro, estaba con una mujer pelirroja caminando y riendo. Cuando ella se da vuelta puede ver quien era. Era Enriqueta y fue un golpe bajo, más de lo que jamás habría imaginado, sentí una mezcla de asco e indignación. Eliseo, el mismo hombre que salía románticamente con mamá, aparentemente estaba probando las mieles donde mi papá había estado.
Regresé a casa con un mal sabor de boca. Tenía que contárselo a mamá, aunque sabía que la noticia le causaría risa.
—¡Mamá! —llamé mientras entraba a la casa, todavía tratando de procesar lo que había visto.
Mamá estaba en la cocina, cortando cebolla y perejil, para la ensalada de papa.
—¿Qué pasa, Meteora? Estás muy roja.
—Vi a Eliseo en el parque —dije, tratando de disimular mi rabia —. Estaba con Enriqueta.
—¿Enriqueta? —preguntó, frunciendo el ceño—. ¿La misma Enriqueta que...
—Sí, mamá. La misma Enriqueta, la pelirroja que trabajaba en la vinoteca y que tenía una relación con papá.
Mamá abrió la boca y cayó al suelo el cuchillo que sostenía. El sonido metálico contra la cerámica pareció resonar en toda la cocina.
—¿Qué...? ¿Cómo es eso posible? —su voz se quebró, y pude ver su indignación en sus ojos.
Durante los siguientes minutos, traté de explicarle a mamá todo lo que había visto. Ella escuchaba en silencio, con las manos pelaba las papas sin siquiera mirarlas y una expresión de sorpresa habitaba su rostro. Pero a medida que yo hablaba, noté que algo cambiaba en sus ojos. La claridad que normalmente tenía empezó a desvanecerse, reemplazada por una especie de mirada perdida y brillante.
—Esto... esto no puede estar pasando —murmuró.
—Mamá, esto es una cosa del diablo. No puedo sacarme la imagen de mi cabeza —dije pero no parecía escucharme.
De repente, se puso el delantal de cocina amarillo con flores rojas, con una expresión de terror.
—Es un complot, Meteora. ¡Todo esto es un complot para destruirme! —gritó, comenzando a ponerse nerviosa, caminó de un lado a otro de la cocina.
—Mamá, por favor, cálmate. Nadie está tratando de destruirte.
—Ese tipo es un falso de mierda.
—Tenés razón, mamá —suspiré.
Pero ella no me escuchaba. Continuaba murmurando cosas.
—Primero Antoine, ahora Eliseo. Todos están en mi contra. Quieren destruir mi moral, hacerme parecer una arpía. No puedo permitirlo. ¡No puedo! —su voz era cada vez más alta, y su mirada desorbitada.
—Vieja, escúchame. Necesitas sentarte y respirar. No es un complot. Es solo una coincidencia pelotuda —traté de acercarme a ella, pero me apartó con un movimiento brusco.
—¡No me toques! —gritó—. ¡No puedo confiar en nadie! Todos están en mi contra.
En ese momento, la puerta principal se abrió y la abuela Brigitte entró en la casa. Inmediatamente notó la tensión en el ambiente y se acercó a nosotros con rapidez.
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METEORA y las secuelas de la muerte
NouvellesAlgunas personas juran amor y fidelidad eterna cuando se casan, pero llega un día inesperado, donde la oportunidad de tener sexo y lujuria con otra persona lo cambia todo.