🔹Días caóticos🔹

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Después del caótico incidente en la cafetería, mi madre y yo nos dimos cuenta de que necesitábamos encontrar una forma de seguir adelante con nuestras vidas y dejar atrás el dolor y la tristeza que nos había consumido desde la muerte de mi padre. Y fue entonces cuando surgió una idea inesperada que cambiaría nuestras vidas para siempre.

Una noche, mientras estaba en casa con mi madre lavando los platos, me encontré con el vecino del edificio, Pocho, un hombre de unos 50 años con quien mamá había tenido una relación en su adolescencia en el pasado. Pocho, era un hombre de buen porte y tenía un negocio de bienes raíces. Pocho había enviudado hace cinco años y estaba tratando de volver a empezar, así que decidí presentárselo a mi madre como una forma de ayudarla a superar su pasado con mi papá.

—Mamá, ¿te gustaría tener una cita con Pochito? —le pregunté, con una sonrisa en el rostro—. Él es viudo y seguramente le vendrá bien tu compañía. Creo que podrían llevarse bien como amigos.

Mi madre me miró con sorpresa, sin saber qué decir ante mi propuesta inesperada.

—¿El rubio? ¿El vecino del edificio? —preguntó, con incredulidad en la voz—. ¿Por qué querría tener una cita con él?

—Bueno, creo que sería una buena forma de salir y divertirse un poco —respondí, tratando de convencerla—. Y quién sabe, tal vez puedan encontrar algo más que una simple amistad.

Después de mucho pensarlo, mi madre decidió aceptar mi propuesta y concertar una cita con Pocho en un restaurante que estaba cerca de casa. Ambos estaban nerviosos por la idea de salir juntos, pero también emocionados por la posibilidad de comenzar una amistad pérdida y dejar atrás el pasado.

Mientras esperábamos a que llegara el día de la cita, mi madre decidió ir al psicólogo para hablar sobre sus sentimientos y emociones con respecto a Antoine y todo lo relacionado a su viudez. El psicólogo le sugirió que salir en citas podría ser una forma efectiva de olvidar el pasado y abrirse a nuevas oportunidades. Pero le dijo que aún no debería comprometerse sentimentalmente.

—Creo que es una buena idea, mamá —dije, tratando de animarla—. Pochito es un hombre muy buena onda y sé que te hará sentir bienvenida y apreciada.

Finalmente, llegó el día de la cita y mi madre y el vecino se encontraron en el restaurante para cenar juntos. A pesar de los nervios iniciales, pronto se relajaron y comenzaron a disfrutar de la compañía del otro.

—Gracias por aceptar salir conmigo, Cecil —dijo Pocho, con una sonrisa tímida en el rostro—. Me hace feliz volver a estar en compañía de una mujer tan buena moza como vos.

—Gracias a ti por invitarme, Pochito —respondió mi madre, devolviéndole la sonrisa—. Ha sido un placer y me gusta pasar tiempo contigo.

A medida que la noche avanzaba, mi madre y mi vecino se dieron cuenta de que tenían mucho en común y compartían intereses similares. Hablaron sobre sus vidas pasadas, sus esperanzas y sueños para el futuro, y se dieron cuenta de que había una conexión especial entre ellos que no podían ignorar.

—Me encantaría volver a salir contigo, Cecil —dijo él, al final de la noche—. ¿Te gustaría ir al cine la próxima semana?

Mi mamá sonrió con ternura, sintiendo una chispa de emoción en su corazón por primera vez en mucho tiempo.

—Me encantaría, Pocho —respondió, con una sonrisa radiante en el rostro—. Será divertido pasar más tiempo contigo y ver a dónde nos lleva esta nueva amistad.

Al ver a mi madre tan feliz y emocionada por la posibilidad de una nueva relación, supe que había tomado la decisión correcta al presentarle a mi vecino. A pesar de todas las dificultades y desafíos que habíamos enfrentado en el pasado, estábamos listas para abrirnos a nuevas oportunidades y comenzar de nuevo. Y con Pocho a su lado, sabía que mi madre encontraría la felicidad y el amor que se merecía.

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Después de varias citas con el rubio y de intentar seguir adelante con su vida, noté que mi madre comenzaba a mostrar signos de angustia y preocupación. A menudo la encontraba perdida en sus pensamientos, con una expresión de tristeza en el rostro que me preocupaba profundamente.

Una noche, mientras estábamos cenando juntas en casa, mi madre me confesó algo que me dejó muy asustada.

—Meteora, tengo que contarte algo —dijo, con la voz temblorosa —. He estado teniendo pesadillas últimamente, y no puedo dejar de pensar en papá.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al escuchar las palabras de mi madre. Sabía lo mucho que había luchado por superar la pérdida de mi padre, y verla sufrir de esa manera me partía el corazón en pedazos.

—¿Qué tipo de pesadillas tienes, mamá? —pregunté, intentando ocultar mi preocupación detrás de una máscara de calma.

—Son siempre la misma cosa. Veo a papá enojado, gritándome y diciéndome que no soy suficiente y que lo estoy metiendo los cuernos —respondió mamá con los ojos vidriosos—. Me siento tan culpable por no haber podido hacer nada para ayudarlo antes de que muriera.

—Si es papá desde el más allá... Uff demasiado caradura —dije, mientras encendía un cigarrillo.

—Sería muy cómico que tu padre dijera que le estoy metiendo los cuernos después de todas las amantes que tuvo.

—Solo espero que papá no se esté manifestando y tampoco quiero que aparezcan más amantes, ya no aguanto más —dije.

La confesión de mi madre me dejó sin palabras. Sabía que había estado luchando con sentimientos de culpa y arrepentimiento desde la muerte de mi padre, pero no sabía hasta qué punto la estaban afectando sus pesadillas.

Decidí llevar a mi madre al psicólogo para que pudiera hablar sobre sus sentimientos y encontrar una forma de superar sus pesadillas. El psicólogo escuchó atentamente mientras mi madre le contaba sobre sus sueños perturbadores y sus sentimientos de culpa.

—Creo que podrías estar desarrollando un trastorno de estrés postraumático debido a la muerte de tu esposo —dijo el psicólogo, con voz compasiva—. Es común que las personas que han experimentado una pérdida traumática experimenten síntomas como pesadillas, flashbacks y sentimientos de culpa.

Mi madre asintió con la cabeza, sintiendo un peso enorme levantarse de sus hombros al encontrar una explicación para sus sentimientos.

—¿Qué puedo hacer para superar esto? —preguntó, con voz temblorosa por la emoción.

El psicólogo le explicó que el tratamiento para el trastorno de estrés postraumático generalmente incluía terapia cognitivo-conductual y técnicas de relajación para ayudar a controlar los síntomas. También le sugirió que hablara conmigo y con otras personas de confianza sobre sus sentimientos, para que no tuviera que enfrentarlos sola.

Decidimos seguir el consejo del psicólogo y comenzamos a trabajar juntas para ayudar a mi madre a superar sus pesadillas y sus sentimientos de culpa. Poco a poco, comenzó a encontrar paz y consuelo en nuestras conversaciones y en el apoyo de su terapeuta.

Aunque sabíamos que el camino hacia la recuperación sería largo y difícil, estábamos determinadas a enfrentarlo juntas y a ayudarnos mutuamente a superar nuestras heridas emocionales. Y con el tiempo, estábamos seguras de que encontraríamos la paz y la felicidad que tanto ansiábamos.

 Y con el tiempo, estábamos seguras de que encontraríamos la paz y la felicidad que tanto ansiábamos

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METEORA y las secuelas de la muerteOnde histórias criam vida. Descubra agora