Día 8: oscuridad

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El odiaba la oscuridad más de lo que odiaba a su familia.


Sirius solía tener pesadillas constantemente, a veces le parecían tan reales que el terror lo invadían; otras, parecía que volvería a Azkaban si cerraba los ojos.

Hoy, era una de esas madrugadas en que la noche caía y la oscuridad se apoderaba de la habitación.

A pesar que Snape vivía con él, el pocionista tendía a encerrarse en su propio laboratorio y no quería que lo molestaran, pero esta noche Sirius sintió que lo necesitaba más que nunca.

Intento volver a dormir, se dio vueltas en la cama y se tapó con todas las sábanas y aun así la oscuridad de su alrededor seguía creciendo; entonces, decidió que era una buena idea transformarse en su forma animaga ya que cuando lo hacía, solía sentirse con más energía. Así, en medio de las rojas sábanas solo quedo el enorme perro negro que era.

Sus instintos caninos estaban a tope, el reflejo de la luna a través de la ventana lo animaron para bajarse de la cama y aullar, como todo un can lo haría.

A él se le unieron los aullidos de otros canes que vivían alrededor de las casas vecinas, movió su cola sabiendo que ahora no estaba solo.

Pero los aullidos del perro fueron tan fuertes y constantes que terminaron por llamar la atención de cierto pelinegro de ojos oscuros.


A pasos firmes Severus cerró la puerta de su laboratorio con fuerza, esta era la quinta vez del mes que el estúpido perro hacia demasiado ruido en plena madrugada; antes ya había recibido quejas de los vecinos a los cuales les cerró la puerta en la cara con mucho gusto, pero los constantes aullidos ya lo comenzaban a molestar.

Cuando llegó a la puerta del dormitorio, la abrió de golpe esperando ver el desastre que siempre solía hacer en aquellas noches.

— ¡Black cállate! No puedo hacer mis pociones tranquilo. —pero al ver al enorme can parado en el borde de la ventana, Severus supo lo que ocurría nuevamente. — ¿No puedes dormir otra vez?

Sirius bajo las orejas y movió su cola acercándose a su pareja, era hora de que él se deje hacer mimos.

Severus se hechó en la cama cansado, Sirius en su forma animaga se recostó en las piernas del pocionista dejando que la pálida mano del otro descansase en su cabeza.

— ¿Sabes que nadie te puede hacer daño si estás conmigo, verdad?

Sirius cerró los ojos, a él le gustaba cuando su Severus le decía aquellas palabras, eran más efectivo que un ''te amo''.

—Pulgoso, las cosas del pasado no se volverán a repetir, tú y yo estamos vivos. Harry está felizmente encadenado a Draco y tu amigo, el otro pulgoso está felizmente comiendo chocolates con su hijo.

Severus sabia por experiencia que contar los acontecimientos actuales, alejaban los fantasmas de Sirius, era la mejor manera de relajarlo.

Para Sirius, la oscuridad de la habitación ahora parecía desvanecerse, no había nada que temer si Severus estaba a su lado, no había oscuridad que lo atormentara esta noche.

31 HISTORIAS ANTES DE LLORARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora