Día 17: Muerte

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¿A qué sabían sus besos?


Para Severus aquello era una pregunta misteriosa, nunca había visto con otros ojos a ese individuo; su sola presencia era significado de náuseas y odio, pero entonces... ¿Por qué se encontraba anhelando su mirada?

James Potter no era un santo de su devoción, ni había sido en el transcurso de su vida de estudiante un buen compañero; Potter era como su grano en el culo, un grano gigante que solo había causado problemas en su existencia y aun ahora; después de terminarla lo seguía haciendo.

El pocionista recordaba su último viaje de tren en Howard, una vez llegado a la estación cada estudiante de último año se volvería un adulto que tendría que escoger un bando. La luz contra la oscuridad, vaya ingenio de los adultos para describir algo más horrendo. Este era una pelea entre vivir o morir y el solo quería vivir pero si la muerte de Severus podía proteger a su amada joya él lo daría con mucho gusto, no tenía nada que perder.

Entonces el tiempo paso; muchas batallas, varias redadas, un montón de gente muerta y unas cuantas personas que nunca fueron halladas. Severus se preguntó si al final el objetivo de su Señor era la visión que se presentaba ante sus ojos.

Sabía que varios magos se lo merecían y muchos de los muggles también, pero en uno de esos ataques Severus tuvo un trago duro de lo que era una cruda realidad, el Lord quería la desaparición de una familia en específico.

Así, la noche del 31 de octubre se volvió una noche de frío y lluvia. Snape se acercó a la casa que a simple vista había sido un cálido hogar, pero ahora se encontraba sumido en el mutismo de la muerte. Severus recordó entonces, James a pesar de ser una mierda con él, era un ser cálido con sus más allegados y su única amiga de la infancia Lily estaba entre ellos. Para este entonces Severus estaba más que seguro que él no hubiese podido protegerla y con el más grande dolor de su alma la había dejado ir a los brazos del que creyó que la protegería.

No estaba más equivocado.

Abrió la puerta con calma y en ese momento, cuando la habitación se encontraba a oscuras y oliendo a desesperación, se dio cuenta que no tenía derecho alguno sobre el arrepentimiento.

Severus caminó con duda, deteniéndose en medio de los pedazos de madera y concreto observando lo que alguna vez fue el hogar de una familia feliz y, ahora solo era un trozo de paredes destruidas.

Cuando entró a lo que posiblemente era una sala, se dio cuenta que en medio de esos escombros había un cuerpo en el piso, cubierto con el sucio polvo.

James había muerto tratando de proteger lo que quería, Snape se preguntó si el haría lo mismo por lo que amaba, pero a estas alturas dudaba si a quien quería era a la chica pelirroja que lo acompaño toda su infancia o, comenzaba a anhelar aquella mirada de Potter en su persona en el tiempo que cada uno peleaba en su propio bando.

Escuchó la voz de un bebé en el segundo piso, eso solo confirmaba otra de las cosas que temía, Lily ya no estaba aquí. Agachándose tocó el rostro de james y cerró sus ojos, Snape ahora podía saber que no habría otra oportunidad de verlos en la calle o de cruzarse en un callejón.

Era tonto hasta cierto punto, Snape en el tiempo de ser un mortífago se había encontrado con james en varias ocasiones y no había sido el hijo de perra que fue en el colegio, algo había nacido entre ellos, dos rivales que ahora se encontraban a escondidas de todo el mundo, dos personas que querían proteger a un tercero de todo el daño posible y los dos habían fallado. En secreto se habían comenzado a amar de una forma diferente a todas las personas del mundo, en ese momento Severus se preguntó.


¿A qué sabían sus besos?


Por ese entonces no podía decirlo, porque el primer beso de los dos tenía un sabor a sangre. Ahora sin embargo, ese beso debía de tener un sabor a melancolía, a tristeza y a un sabor a muerte.

31 HISTORIAS ANTES DE LLORARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora