Divergente ~ ¿Por qué yo? [Editando]

Capítulo Veintiocho.

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                Christina

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   Cuatro corre hacia nosotros, todo lleno de sudor y sin ninguna luz para guiarse, a pesar de que está considerablemente oscuro.

— ¿¡Qué se supone que estabas haciendo!? — grito. Nos dejó solos con George muriéndose, obviamente todos estamos enfadados con él.

— La Tris — dice, cortando sus oraciones por falta de aire — . Que conseguimos. No es. Nuestra. Tris.

— Como si no fuera obvio — dice Tom.

— El punto. Es que. Tenemos. Que. Buscarla — empieza a decir.

— Oye. Toma asiento y respira, luego hablamos — dice David.

   Cuatro se sientá en el mismo tronco donde yo estoy.

— ¿Qué es eso? — pregunta Cuatro levantando un dedo para señalar una bolsa.

   Todos sabemos que hay en esa bolsa, menos él. Allí pusimos el cuerpo de George, pues no queríamos dejarlo sólo en el bosque, pero tan poco queríamos ver sus ojos sin vida y que su olor invadiera el campamento, pues eso atraería muchos animales salvajes.

— Un producto de tu amor a ciegas — dice David.

— ¿Dónde está George? — pregunta Cuatro, nervioso.

— Por tu culpa, dentro de esa bolsa.

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— ¿Confías en mí? — pregunta Cuatro.

   Estamos sentados en el tronco más alejado de la bolsa, pues a Cuatro le incomoda el simple hecho de que el lo hizo.

— Siempre lo he hecho — respondo. Si no lo hiciera, ya me hubiera separado de él e ido a Chicago.

— ¿Tú crees que fue mi culpa? — pregunta, nervioso. Restriega sus manos en sus pantalones, para quitarse el sudor. No es que le sirva de mucho, pues ha estado sudando mucho en estos momentos.

   Lo pienso por un momento. ¿Fue en verdad su culpa, o sólo un simple error?

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                     Tris

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   ¿Alguna vez has tenido ese sentimiento de querer estar en los brazos de ese alguien específico, y que nada más en el mundo te moleste en ese mismo momento? Para mí, este es ese momento. Lo extraño. Lo extraño demasiado.

   Cada momento, las imágenes que pasan por mi vista sólo muestran un pedazo de lo poco que vivimos, además de que suelen durán muy poco tiempo, dejándome muy confundida. Aunque esas pocas imágenes no me dejen mucho, se a quién quiero y siempre querré.

   Necesito besarle demasiado. Uno de esos besos en los que el mundo a nuestro alrededor desaparece, y lo único que queda somos él, yo, y el poco aire entre nosotros. Necesito que me abrace contra su cuerpo, y me proteja de este mundo tan cruel. Quiero que estemos juntos, quiero que sea mío.

— Caleb — dice Marcus, entrando en la habitación con sus típicos tres cuchillos — . Podemos arreglar todo esto evitando el dolor.

— Ya has causado suficiente, Marcus. Déjanos — digo. Mis muñecas y tobillos están amarrados a la vieja silla de madera en la que me tienen.

— Silencio — dice Marcus.

   Cambio miradas con el chico que dijo llamarse Amar. Tiene la cara llena de cortes y moretones, pero no está tan mal como Caleb. Él es el que ha sufrido más de los cuatro, tal vez por el simple hecho de que es mi hermano.