I

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La pelirroja salió tan rápido de aquella oficina, sin poder controlar las lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Las limpió duramente y siguió avanzando por aquella concurrida banqueta. Mientras esquivaba el mar de gente, a sus espaldas escuchó la pronunciación de su nombre en un desesperado grito:

—¡¡Grace!!

Aterrada, ella giró y observó a un hombre agitado; camisa desfajada y cabello alborotado. Lo miró con decepción y al notar como este se dirigía hacia donde estaba, Grace se dio la media vuelta y anduvo a correr para alejarse de él. El hombre empujó a varios de los transeúntes, incluso llegó a tumbar algunos, pero no le importaba, solo quería alcanzar a la pelirroja.

Sus tacones resonaban con estruendo en la cera y llamando la atención de la gente, Grace evitó no chocar con las personas y las interminables bolsas de basura que adornaban las calles. Sin parar de correr y escuchar los inquietantes gritos de ese hombre, ella se giró en un callejón y, sin prestar atención a lo que encontraría, chocó con una persona quien no percibió a la pelirroja en el callejón. Ambos cayeron al suelo y Grace, aun alterada por su escape, llevó sus manos a su columna y alzó su mirada para saber con quién había chocado. Una vez fijo su vista, contempló a un hombre con una peluca verde y el rostro pintado de payaso.

—¡Dios mío! —Clamó aterrada—. ¡Lo siento tanto, yo...!

—¡¡Grace!! —escuchó. La mujer volteó horrorizada, en cambio, el payaso no se había inmutado por lo sucedido.

Ella se alzó del suelo y se acercó al hombre, dispuesta asistirle por chocar con él. Extendió sus manos a sus brazos y él se estremeció por el acto de la mujer.

—Quiero ayudarle... —susurró—. ¡De verdad, discúlpeme!

—¡¡Grace!!

La pelirroja volvió a mirar hacia la entrada del callejón y el miedo le cubrió enteramente. El payaso notó la tensión en la mujer, aquel nombre que escuchó probablemente era el de ella, aceptó su ayuda y ella, al sentir como se alzaba, se dispuso a asistirle. El hombre que iba detrás de ella se detuvo y observó a la mujer y el payaso. Entró en el callejón y con una ira en su rostro, tomó a la pelirroja de uno de sus brazos, estrujándola y pegándole a él.

—¡Por un carajo Grace, déjame hablar! —le gritó. Ella sintió algunas gotas de saliva en sus mejillas.

—¡No tienes que hablar nada, Richard! —Contestó, sin poder mirarle a los ojos—. ¡Lo vi todo! ¡Ahora, déjame en paz! —exclamó mientras trataba de zafarse de su agarre. No podía, la sostenía con una increíble fuerza—. ¡Suéltame! —imploró.

—¡Claro que no, hasta que me escuches!

Grace volteó y miró con terror aquel hombre con maquillaje de payaso, en sus ojos le suplicaba que le ayudase. Él se limitó a observar con extrañeza.

—¡Te vi revolcándote con tu secretaria! ¡No tienes que explicarme nada, y suéltame ya! —chilló, mientras las lágrimas volvían a caer sobre su rostro. Llevó su mano sobre la de Richard y trató de soltarse, pero al saber que era imposible, regresó su vista con ese hombre.

—¡¿Qué tanto lo miras?! —cuestionó rabioso—. ¡Tú, payaso de quinta, lárgate de aquí!

Ambos notaron como el hombre ensanchaba sus mejillas, sus labios eran dos curvas enormes y una extraña y distintiva risa surgió. Grace y Richard veían al payaso reírse incontroladamente, la pelirroja sintió un escalofrío recorrer su cuerpo mientras que el tipo quedó atónito por lo que sucedía.

—¡¿De qué te ríes, imbécil?! —gritó.

—¡Richard! —paró la mujer. El payaso llevó una de sus manos sobre su boca, esta temblaba, pero la risa no frenaba.

Joker: A Fair Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora