Epílogo

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Un Mercedes Benz, año 1980 y negro, yacía estacionado fuera del edificio. El humo del cigarro escapaba por una de las ventanas traseras mientras el piloto y copiloto observaban todo el lugar.

—Todo limpio, jefe.

—Perfecto. Aun así, vigilen el área. Este territorio pertenece a Falcone y no somos gratos para ese bastardo traicionero —Ambos asentaron—. Flores —ordenó. El copiloto le entregó un ramo de flores falsas y él sonrió—. Bien. Hoy será una gran noche.

Los dos hombres sonrieron, deseándole grata suerte y él salió de coche para dirigirse al edificio. Entró al lugar y se condujo al piso donde se encontraba el apartamento de Grace Davis.

Las puertas del elevador se abrieron y con una sublime elegancia y grata sonrisa salió de ahí y se condujo por el pasillo hasta llegar a la puerta indicada. Se detuvo, acomodó el cuello de su camisa y ajustó los botones de su chaleco; peinó su verde cabellera y preparó su mejor sonrisa. Del bolso de su abrigo sacó una navaja y violó el cerrojo, descubrió la cadena y con una asombrosa agilidad logró quitarla. Abrió la puerta, entró y contempló el pequeño lugar.

La decoración era digna de ella, una mitad de papel tapiz crema y la otra marrón. La mayoría de los muebles eran los mismos; como el comedor y uno de los sillones. Caminó tranquilo y descubrió la repisa, curioso se acercó y observó aquellas fotografías que en un pasado conoció. Y mientras rememoraba las imágenes paró su mirada en una nueva fotografía, una de un bebé. Tomó el marco y se maravilló con esa imagen. El bebé era de aproximadamente un mes, sus ojitos estaban cerrados, dormía tranquilo y estaba cubierto en una manta azul y con un pijama celeste. Ese bebé era su hijo. Alzó la mirada y vio el resto de las nuevas fotografías, todas eran de su hijo conforme pasaban los años hasta que se detuvo en la quinta imagen, la más reciente. Regresó la foto a su lugar, tomó esa y miró a su hijo junto a su madre.

Grace seguía igual de hermosa. Su cabellera mantenía su tono como el anaranjado de un amanecer y sus ojos verdes brillaban cuáles gemas. Sus mejillas se ensancharon, aquellas imágenes lograron poner una sonrisa en su rostro. Regresó todo en su lugar y tomó asiento en el sillón frente al televisor, recordando que era la hora de su programa favorito, tomó el control y le encendió.

En la habitación del niño, Grace percibió el sonido del televisor. Se alzó horrorizada y notó como Artie intentó despertar. Ella acurrucó a su hijo y el pequeño se mantuvo dormido. El sonido de la televisión era fuerte, casi podría llegar a apartamentos vecinos. Grace se alzó de la cama y el miedo le abrigó, pensando quien podría haber allanado su casa. Se armó de valor y salió de la habitación, asegurándose que Artie no despertara.

Cerró la puerta con ligereza, miró hacia el fondo del pasillo y distinguió la luz del televisor. Respiró profundo y comenzó a caminar, y mientras se acercaba, tomó una de sus figuras de porcelana y la apretó con tremenda fuerza. Al llegar escuchó una risa la cual le heló la sangre. Esa risa tan peculiar que no había vuelto a oír en estos cinco años. Dio los últimos pasos y al salir del pasillo, miró a un hombre de cabellera verde, fumando y degustando del programa que había en la televisión.

Grace quedó paralizada y cuando su cuerpo comenzó a temblar, dejó caer la figura. El estruendo hizo que él se volteara, y al ver a la aterrorizada pelirroja, una enorme sonrisa surgió.

—A... Arthur... —soltó con un hilo de voz.

—Grace, mi amor... Tanto tiempo —él retomó la vista al televisor y volvió a reír—. Este programa es muy entretenido, pero nadie se compara a Murray, definitivamente —llevó su cigarro a la boca y se alzó del lugar.

Grace le observó, Arthur llevaba el mismo maquillaje que lo había caracterizado; un traje rojo junto a una camisa turquesa y chaleco dorado lo hacía verse elegante y aterrador. Apagó su cigarro en la mesa y se acercó a ella. Grace dio pasos hacia atrás y se topó con la pared. Arthur quedó a menos de treinta centímetros de ella, veía el terror que abrigaba a la mujer y alzó sus manos para colocarlas sobre su mentón obligándola a mirarle.

Joker: A Fair Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora