II

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Grace llegó a casa. El dolor en su mejilla izquierda se había intensificado durante el camino; en el hospital le brindaron medicamentos simples, y para desinflamar el golpe con colocarse hielo por quince minutos era más que suficiente. Lanzó su bolso a su sillón y encendió el televisor, el show de Murray Franklin había comenzado.

En lo que los aplausos armonizaban la sala de estar de Grace, ella fue en búsqueda de hielo para su rostro, encontrando únicamente comida congelada. Eso sería su bálsamo. La pelirroja llevó el paquete al rostro y un ardor fue inevitable, la mueca que forjó habría preocupado a más de uno.

Grace observaba el programa más no le prestaba atención, su mente divagaba en lo ocurrido en esta tarde. Todos sus sueños y esperanzas que había forjado, con quien consideraba el amor de su vida, se habían marchitado cuál flor entrando el invierno.

El odio que Grace sentía hacia ella era inmenso. Se preguntaba ¿cómo pudo ser tan estúpida, tan ingenua? Richard siempre había sido un mujeriego, desde que le conoció. Era increíble que en algún momento pensara que iba a cambiar, que lo iba a hacer por ella, sin embargo, la realidad le golpeó con gran fuerza al encontrarlo en su oficina con su secretaria.

La imagen de ellos teniendo sexo en aquel escritorio había quedado tatuada en su memoria, y al recordarla, las lágrimas volvían a fluir. Su llanto inundó su apartamento, dejó de lado la bolsa congelada, llevando sus manos a su rostro y sintiendo aquel dolor que el hielo había apaciguado.

El momento en que Richard le había golpeado también quedó impregnado en su memoria. Richard podría ser de todo, pero golpearla había sido un nuevo nivel. El miedo cubrió a Grace y una imagen posible de su futuro se formó en su cabeza, pensando en que, si unía su vida con él, nunca sería feliz. 

 ♣♦♥♠

Grace llegó puntual a su trabajo en la oficina de correos de Ciudad Gótica. Preparó su área de trabajo cuando notó como uno de los carteros, el señor Kersh, llegaba a tomar asiento junto a su escritorio.

—Buen día, Grace —saludó agotado. El señor Kersh era un hombre de casi sesenta y cinco años. Le había dedicado toda su vida al correo.

—Buenos días, señor Kersh —respondió con gran alegría—. Hoy el día luce tranquilo, ¿no cree?

—¿Tranquilo? ¿En Ciudad Gótica? ¡Ja! —exclamó sarcástico—. Primero me muero a qué un día de paz brille en esta maldita ciudad.

Grace sonrió incómodamente y llevó su vista a los papeles que debía revisar. El señor Kersh estiraba sus piernas, se alistaba para un largo día de camino cuando algo llamó su atención en el rostro de la pelirroja. Frunció su ceño y clavó la mirada en la mejilla izquierda de Grace, apreciando lo hinchada que estaba.

—¿Y a ti que te pasó?

Preocupada la pelirroja le miró por el rabillo de su ojo y rápidamente dejó caer su largo cabello rojizo para cubrir su rostro.

—Un accidente —mintió.

—Niña, no me engañes. Conozco ese tipo de golpes. ¿Fue tu novio?

—No, no —soltó nerviosa y veloz—. La verdad, señor Kersh, me asaltaron en el metro, ayer en la tarde. No me deje y el ladrón me golpeó en el rostro.

Grace le dio una rápida mirada y se agachó para sacar el material de sus cajones. El señor Kersh mantuvo junto su entrecejo, no le creía nada, suspiró amargamente y se alzó de la silla, dispuesto a prepararse para su largo día. Golpeteó el escritorio de Grace y ella alzó su mirada, un tanto desorbitada, por la acción del señor.

Joker: A Fair Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora