XIII

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Arthur llegó a casa. El camino había sido largo, tedioso y frío, justo como él lo había deseado. Cerró su puerta y recargó su empapado cuerpo sobre ella, sin parar de pensar en lo sucedido. Thomas Wayne tenía razón. Su vida había sido una mentira disfrazada con alegría. Las palabras que Penny siempre le decía se repetían cuál disco rayado en su atormentada cabeza. En repetidas ocasiones estrelló su frente en la madera hasta que unas cuantas lágrimas volvieron a surgir. Las memorias de su vida pasaban cuál película; ¿felicidad? ¿Cuándo había sido feliz? En ningún momento de su maldita vida.

Y entre sus lágrimas y recuerdos, su risa surgió. Su estruendosa y peculiar risa logró ensanchar sus labios y alzar sus mejillas, las carcajadas inundaron el apartamento y el dolor le consumió infinitamente. Arthur tomó asiento en su sillón, su cuerpo no paraba de temblar, el sonido de su risa había llegado a apartamentos vecinos, escuchando como pedían que se callase. Él les ignoró, se recostó y se colocó en posición fetal y dejó al tiempo seguir junto a su llanto y risa.

♣♦♥♠

Grace observaba a través de la ventana de la habitación del hospital. Las gotas resbalaban veloces por el cristal, prestó atención a la hora en su reloj. Pasaban de las diez y Arthur no llegaba. La preocupación surgió en ella, llevó una de sus manos a su pecho y percibió los latidos de su corazón a un ritmo fuera de lo común. Grace rezó porque Arthur estuviera bien, que no tuviera la desgracia de cruzarse con alguna de las manifestaciones que el pueblo realizaba. Suspiró, dejó caer sus brazos y se acercó al sillón en búsqueda de su bolso y sacar unas cuantas monedas.

—Iré a hacer una llamada, señora Fleck. No tardo —mencionó la pelirroja en lo que palmeaba una de sus manos. Penny respondió con una mueca y Grace dejó la habitación.

Al llegar a planta baja, tomó uno de los teléfonos públicos y empezó a echar las monedas, sorprendiéndose del eco que estas hacían. El hospital se encontraba vacío y la serenidad que abundaba en el lugar era de miedo. Marcó el número y esperó pacientemente, escuchando el sonido de la línea. Momentos después el timbre paró y Grace supo que el contestador había entrado, colgó la llamada, llevó una de sus manos sobre su frente y un amargo suspiró llegó. Intentó una última vez y el resultado fue el mismo. Aquella angustia volvió atormentarla y continuó con sus rezos para que Arthur estuviera bien.

Al arribar a la habitación, Grace prestó atención al televisor para ver que el show de Murray Franklin daba inicio. Penny lucía atenta al programa y ella subió el volumen para que ambas pudieran deleitarse con el programa. En lo que disfrutaban la noche, y antes de que Murray terminara el show, hubo algo que llamó la atención de la pelirroja.

¿Recuerdan a nuestro amigo que intentó ser comediante? —cuestionó—. Bueno, muchos de ustedes nos han llamado para repetir su vídeo, y la verdad que me sorprende —el público comenzó a reír por el evidente sarcasmo—. Así que, lo hemos pensado mucho y que mejor que invitar al hombre en persona —toda la gente aplaudió, Murray pidió un poco de control y juntó sus manos con un sonoro aplauso—. Claro que sí, querido público, haremos todo lo posible para que en el próximo programa nuestro guasón sea la estrella del día.

—¿Guasón? —cuestionó entre extrañada y divertida la pelirroja.

El espectáculo terminó, ella descubrió que Penny se había quedado dormida y procuró cubrirla con las sabanas. Apagó el televisor, movió la cortina que dividía la habitación para abrigar la privacidad y dio una última mirada por la ventana. La oscuridad que brindaba la noche le aterró, el ennegrecido cielo no paraba de lanzar su lluvia y retomó lugar al sillón, dispuesta a descansar. El día de hoy había sido muy alterado para ella, en especial el hecho de saber que pronto sería madre.

Joker: A Fair Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora