IV

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Sophie Dumond era la vecina de Arthur Fleck. Sophie no le había prestado mucha atención a la existencia de Arthur, en cambio, él si le había prestado demasiada atención a la suya. Desde hacía mucho tiempo, Fleck se había sentido atraído por su vecina; la morena, de buenas curvas e increíble belleza, había hecho un clic en él. En sus momentos libres, Arthur se había dedicado a seguirla; sus pasos eran siempre los mismos: llevar a su pequeña hija a la escuela, dirigirse a su trabajo, en el banco de la ciudad, y esperar a que el día terminarse.

Desde hacía un tiempo, Sophie había presentido que alguien le vigilaba. En ocasiones creía que era su imaginación, pero la corazonada era fuerte, tanto que no podía evitarla. Al entrar ella al banco, Arthur dejó escapar un suspiró, hizo caer la capa de su suerte y miró con cierta tristeza. Sophie era una mujer inalcanzable para él, era solo un sueño y deseo que anhelaba poseer.

Mientras caminaba por las indecentes calles de la ciudad, con la idea de un amor no correspondido, a su mente llegó, cuál golpe al rostro, la imagen de la pelirroja. Hacía días que había comido con ella y su mente parecía que quería esfumar ese alegre momento de su vida. Una torpe sonrisa se dibujó en su rostro al plasmar la imagen de la mujer en su mente.

«Grace. Grace Davis» resonó en su interior.

Aquella pelirroja fue algo especial. Arthur no había podido comunicarse y él no tuvo la decencia de pasarle su teléfono. Torpe por tal acción, llevó una de sus manos sobre su frente y se maldijo por ello. Dejó caer la mano y buscó en el bolso de su pantalón su cajetilla de cigarros. Sacó uno y lo llevó a su boca, al encenderlo sintió el sabor penetrar en su lengua y soltó el humo con delicadeza, haciendo que su cabeza girar en torno a la idea de dos mujeres, una que no sabía de él y la otra que comenzaba a conocer sobre él. 

♣♦♥♠

Grace arribó a su hogar, se quitó sus tacones y anduvo descalza por toda la sala, fue a encender el televisor y esperó a que la hora del show de Murray Franklin diera inicio. Tomó asiento en su sillón y, algo desanimada, suspiró mientras se abrazaba a un cojín. Hacía días que había comido con Arthur Fleck y, desde entonces, no había recibido alguna llamada de él. Miró a su teléfono, en su contestador no había ningún mensaje. Grace volvió a suspirar, esta vez con tristeza, Arthur le había agradado y para su propia sorpresa, su agrado era demasiado. Llevó el cojín a su cara y se maldijo por no haberle pedido su número de teléfono; tal vez Arthur tenía mucho trabajo y no había podido hacerle una llamada. Eso debía ser. Grace retiró la almohada de su rostro y se recostó en el sillón, preparada para ver a Murray Franklin.

♣♦♥♠

Terminada la hora de Franklin, Arthur llevó a su madre a la cama para que se dispusiera a dormir. Cumplida su tarea, Arthur cerró la puerta y recogió los platos para lavarlos. Al terminar de limpiar la sala, Arthur se sentó en el sillón, encendió un cigarro y alzó la mirada hacía su viejo techo. Jugando con el humo, Arthur recordó a la pelirroja, quería hablarle, sintió la necesidad de hablarle. Se alzó del sillón y fue directo a su teléfono a marcar aquel número que aún conservaba en ese papel todo arrugado y bien guardado en el bolsillo de su pantalón.

Al otro lado, Grace escuchó su teléfono, dio un brinco de su sillón y lo tomó con gran velocidad.

—¿Diga? —preguntó, con cierto aire esperanzador.

—¿Grace?

—¡Arthur! —exclamó alegremente.

—Lamento llamar tan noche, yo...

—No, no es ningún problema. Al contrario, me alegra que llamaras —Fleck figuró una leve sonrisa en su rostro—. ¿Cómo has estado?

—Bien, bien. Ya sabes, trabajando. ¿Y tú?

Joker: A Fair Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora