XI

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Arthur entró a la habitación y encontró a Grace con una mirada perdida y la piel muy pálida, se acercó a ella y colocó su mano sobre su hombro, estremeciéndola al volverla a traer en sí.

—Lo siento —soltó asustado.

—No, no... Yo me asusté.

—¿Estás bien? —inquirió.

—Si —respondió con una sonrisa confiada—. Solo pensaba.

—¿En qué?

—En cosas del trabajo. Espero y mis compañeras estén haciendo todo bien.

La amplía línea en el rostro de la pelirroja engañó a Arthur sobre el verdadero sentir que llevaba consigo. Él tomó asiento junto a ella y ambos posaron sus miradas en Penny.

—Despertó un rato y luego volvió a dormir.

—¿Es bueno eso?

—El médico me dijo que era algo normal —paró y llevó su mirada en ella—. Hoy llegaste temprano.

—Sí, creí que se me había hecho tarde.

En ese momento, el médico llegó a la habitación y, aclarando su garganta, logró la atención de ambos.

—Lamento interrumpir, ¿podría hablar con usted, señor Fleck?

Arthur respondió con un rápido asentimiento de cabeza, se alzó del sillón y Grace acarició su mano en señal de apoyo. El doctor y Arthur salieron de la habitación.

—Señor Fleck —habló severo—. Me temo tener que decirle esto, pero el seguro ya no podrá cubrir los gastos médicos de su madre —ante esas palabras, la mirada de Arthur cambió radicalmente—. La estadía aproximada de su madre es de dos días, para después moverla a un área acorde a lo que el seguro cubre. Sé que esto suena duro y el tratamiento que su madre necesita es costoso, yo podría...

—Está bien, doctor —interrumpió y él le miró extrañó—. Yo me encargaré.

Una ancha sonrisa fue su última respuesta. El doctor observó asustado a Arthur, ladeó su cabeza y se dio la media vuelta para retomar sus jornadas. La sonrisa se mantuvo en su rostro hasta que el médico desapareció en el pasillo. Arthur regresó a la habitación y tomó asiento junto a Grace, quien le miraba de manera preocupante.

—¿Todo bien?

—El seguro ya no cubrirá el hospital —soltó. Ella llevó sus manos a su rostro.

—¿Cuándo termina el servicio?

—Dos días.

—Dios mío... —susurro. Grace dejó caer una de sus manos— Arthur, yo tengo unos ahorros, no es mucho, pero podrán cubrir, tal vez, unos dos días más la estadía de tu mamá en lo que...

—Grace —interrumpió rígido—, ya te lo he dicho, no tienes por qué preocuparte tanto por ello.

—Arthur —resopló triste—, mis intenciones son buenas. Lo sabes —él afirmó suavemente—. Acepta el dinero que te ofrezco.

—No podría pagártelo.

—Nadie habló de un préstamo. Es por la salud de tu madre. Yo ya he estado en tu situación, y sé lo difícil que es, más con este caos de la seguridad social —Arthur arqueó una de sus cejas en lo que ella tomaba sus manos—. Están recortando muchos fondos —continuó—. Eso no es una novedad en esta ciudad.

—¿Lo sabías?

—Oí rumores, pero sé que son verdad. Esto se pone horrible. ¿Cómo se atreven a recortar fondos y seguros? Es imperdonable.

Joker: A Fair Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora