Abrió la puerta trasera para mí y entró a mi lado.
Tenía un aroma varonil, suave y dulce, exquisito, en otras palabras, con su porte de macho y un rolex en su muñeca izquierda.
Había algo en aquel hombre que me resultaba atrapante, pero era mejor dejarlo pasar. Me concentré en el camino al restaurante.
—Llegamos.— Volvió a abrir la puerta para mí. ¡Vaya que este lugar sí era elegante!
El mesero nos guió hasta una mesa, donde un hombre vestido al igual que Ellison se encontraba.
—Buenas noches, Roy. —Extendió su mano hasta el hombre, yo estaba detrás, guardando silencio.
—¡Ethan! Pero que cambiado, ¿hace cuánto no te veía? ¿Cinco años ya? Siéntense.— Empezaron a hablar cosas de negocios, Roy, a cómo lo llamó satán, quería firmar un contrato con empresa para construir un centro comercial, nada interesante. Prestaba más atención al guisado que se encontraba frente a mí y de vez en cuando comentaba lo básico, algunas gráficas, la bolsa de valores o simplemente asentía. Amy debe aburrirse mucho en estas cosas, pero la comida lo compensa.
—Stone- volteo a verlo lentamente —Agende una cita para el señor O'Malley para el lunes.
—¿Le aburría mucho la cena?— Íbamos de vuelta, y no podía faltar mi metida de pata. —Porque se notaba la atención que le daba a su comida.
—No señor, para nada.— Un atisbo de sonrisa se asomaba en su cara. —Pero entonces, usted estaba muy atento a otras cosas.
—Roy suele ser hablador, pero no se calle, ¿A qué otras cosas les prestaba más atención, Stone?
—Bueno.— Empiezo a jugar con mis dedos— Usted acaba de decir que se ha fijado en lo interesada que estaba yo por la cocina.
—Bueno, no es mentira. Me resulta interesante— mis latidos aumentan —como creyeron su hermana y usted, que podrían engañarme y no darme cuenta.
—La verdad, señor, no estaba segura de que funcionaría— No encuentro la definición para el sentimiento que se aloja en mi estómago.
—Claro que no. ¿Crees que un imperio es fácil de conseguir, niña? La inteligencia lo es todo. No soy un imbécil, pero creo que eso ya ha quedado claro.
—Señor, como lo he dicho ya. Lamento haberle faltado el respeto, pero espero entienda que por mi hermana soy capaz de todo.— Esperaba que dejara el tema de lado.
—Señorita, y si usted no es secretaria, ¿Qué estudia?
—¿Por qué asume que estudio?— Siempre abro la bocota. —Pero está en lo correcto, estudio gastronomía, la cocina es mi pasión.
—Es interesante. Si no es mucho el atrevimiento, ¿Qué edad tiene usted? —Creí haber visto rubor en sus mejillas.
—Tengo veintitrés, señor, los cumplí este Junio, ¿usted? Se ve muy joven como para tener un imperio sobre sus hombros- Utilicé la palabra que antes había dicho.
—Treinta y cuatro, próximamente treinta y cinco.— Mira por la ventana, cómo si la pregunta sí le hubiera incomodado.
—Lamento haberlo incomodado, pero, déjeme decirle, que no parece usted de más de treinta.—Sonrío para luego bajar del auto, que se había detenido unos segundos antes.
—Buenas noches, Stone.— Su voz ronca me produjo un escalofrío y luego el auto arrancó.
¡Vaya noche! Cambiarme no fue cosa difícil, lo difícil fue dormir, no podía parar de pensar en qué hice mal para qué Ethan se comportara así.
Por ahí de las dos de la madrugada pude conciliar el sueño, no lo suficiente para levantarme descansada, pero es mejor eso que nada.
A la mañana siguiente, 7 AM para ser exacta, iba camino a la empresa, Rachel se ofreció a recogerme.
Me dejó elegir la música, no iba a desaprovechar la oportunidad y coloqué rock, lo que provocó que la chica a mi lado me mirase raro.—Lo siento, si no te gusta, lo puedo quitar, es tu auto de todas formas— Que incómodo.
—Oh, no. No me mal entiendas, me gusta el rock, pero jamás pensé que a tí también.
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Eres mi maldito problema
Teen FictionElla aceptará una idea descabellada sin saber las consecuencias que esta traerá. No sabemos si para bien o para mal. Muchos dicen que para el amor, lo menos importante es la edad, pero hay personas que no comparten esa idea.