5|Risas

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Al entrar a la cafetería había una chica que empezó a ligar con Ethan. Patético, el hombre no le daba importancia y ella seguía rogando por un poco.

—¿Qué quieres pedir?— Sonrió, tenía la sonrisa más linda que había visto.

—Una malteada de fresa y un trozo de pastel de chocolate, por favor.

—Ya oyó, eso para la señorita y un café, negro, sin azúcar, sólo con crema, y una media luna para mi- Lo codeé —Por favor.— Nos encaminamos a una de las mesas del fondo, junto a la ventana, para poder observar el auto desde aquí —¿Por qué lo hiciste?

—¿Hacer qué?— Sonreí de lado.

—¿Me golpeaste sólo porque no le agradecí a la ofrecida?— Solté una gran carcajada por sus palabras.

—Ofrecida, o no, está haciendo su trabajo y se debe agradecer.

—Entonces estás admitiendo que sí estaba de ofrecida.— Asentí —Sé que soy irresistible, pero por favor, un poquito de cordura— Guiñó el ojo.

—Tampoco eres tan irresistible.— Me respondió con un <<¿Ah, sí?>>.
Comenzó a acercarse lentamente, no dejaba de mirar mis labios, ya no recordaba como respirar. Ahora estaba a centímetros de mis labios, de los cuales salió un involuntario suspiro, sonrió, demostrando su blanca dentadura, y se alejó en abrir y cerrar de ojos

—Así que no soy tan irresistible, ¿Eh?— Dios mío, este hombre me iba a matar de un susto, hasta sentía que probablemente iba a desfallecer de lo colorada que estaba.

—Tampoco fue para tanto— La mesera nos interrumpió dejando la bandeja sobre la mesa. Al lado del café del señor Ellison había una nota, y un número de teléfono escrito en ella, pero él lo ignoró. —¿Por qué no tomas azúcar?— Pregunté por impulso.

—La consumo, pero en el café me parece innecesaria, ¿Por qué consumes tanta?

—Es una pregunta fácil de responder.— Pausé —No puedo vivir sin ella.— Di un mordisco al pastel y un sorbo a la malteada. Seguimos hablando hasta que se nos acabó la comida, por lo que decidimos salir.

—Espera.— Pasó su dedo pulgar por la comisura de mis labios. —Listo tenías chocolate, justo ahí.—Dijo para luego llevarse el dedo a la boca. Este hombre me hace parecer un jodido tomate.
De camino a la salida pasamos al lado de la camarera e Ethan le devolvió el papel, con un <<Guardarlo para alguien que esté necesitado>>.

En el auto no podía parar de reír, y él se unió a mis risas. Era increíble como se complementaban tan bien.
El mecánico llegó, cambió la llanta y me llevó directo a casa.

—Gracias— Lo miré a los ojos —Por todo, las risas, el pastel, el viaje.

—No tienes porqué agradecer, Ella.— ¡Lo dijo! Dijo mi nombre. Qué bien se oye salir de su boca. —Yo también lo pasé bien, eres divertida. Buenas noches, mañana te quiero a las siete, ni un minuto más ni un minuto menos, y podrías llevar mi café, negro...- Lo interrumpí

—Negro, sin azúcar, solo con crema, sí, no se preocupe, señor Ellison. Qué pase buena noche. —Iba a hacerlo antes de arrepentirme. Me puse de puntillas y besé su mejilla, para luego salir corriendo directo hasta el ascensor.


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Vaya, me tiré a la cama. ¡Qué noche tan loca!
Ethan Ellison no era malo, ni gruñón, mucho menos despistado, pero sí emanaba ese aire de temor y respeto, aunque por dentro fuera un osito cariñosito.
Esta faceta jamás creí que podría llegar a verla, y la verdad es que no me arrepiento de nada.
Sólo espero que no vuelva a cambiar, a volverse frío, y seco.
Es una gran amistad, si es que así se podría llamar aquello.
Pero si de algo estoy segura es que quiero conocer más sobre ese hombre.

Eres mi maldito problemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora