12| Canguro

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Ethan entra a la oficina con un niño de la mano, se ve tan tierno.

―Adams, a mi oficina― Asentí con un movimiento de cabeza y seguí su paso

Lo miro de arriba hacia abajo, está a punto de darme un colapso de azúcar ―Lo siento, no puedo tomarte en serio cuando es de las escenas más dulces en donde estás involucrado.― Camino hacia él y me agacho a la altura del niño ―Un gusto, soy Ella― Extiendo mí mano hacia él y su pequeña manita envuelve la mía, parece que le agrado.

―Se llama Demián, es mi hijo― Esta preciosura no tiene ni los dos años

―Espera, ¿Estás casado?― Debo tener una cara de espanto, al instante me responde

―No, pero preferiría no hablar de ello.― Por el momento confiaré en sus palabras ―Quería pedirte si puedes cuidar de él, serán sólo un par de horas, en lo que termina la junta, iré a traer los juguetes del auto, te puedes quedar aquí.

Ethan salió y yo me quede con Damián quien ahora se divertía con mi cabello. Es lindo tiene las facciones de él, con unas adorables y regordetas mejillas rojizas.


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Las horas pasaban, me encontraba sentada en el suelo jugando con carritos y avioncitos de juguetes, ¡Hasta tenían su propia pista!

―Brummm, brummm― Mi imitación era pésima, pero a Dem parecía agradarle.

Jala de mi pantalón ―Necesito ir al baño, por favor― Voltea hacia mí, con sus ojitos grandes y brillosos, tomo su mano y ambos salimos de la oficina con un solo destino, el baño.

Esperaba a Demián mientras que los hombres entraban al baño me miraban feo.

Al volver a la oficina noto que tenía dueño, lo alzo en brazos y comienzo a mecerlo, era un niño difícil de dormir, recordé la letra de Sweet Child O' Mine, mi padre la cantaba todas las noches para mí.

She's got eyes of the bluest skies 

As if they thought of rain

I'd hate to look into those eyes and see an ounce of pain

Her hair reminds me of a warm safe place

Where as a child I'd hide

And pray for the thunder and the rain to quietly pass me by

Whoa, oh, oh

Sweet child o' mine

Whoa whoa, oh, oh, oh

Sweet love of mine

Con forme iba cantando sus ojitos se hacían más pequeños, creo que escucharme cantar era muy molesto, mi voz es pésima.

―¡Ella! Dice el jefe... ― Y todo mi esfuerzo se fue al caño, suspiré hondo y dirigí mi mirada Rachel, Demián había comenzado a llorar. ―Lo siento tanto ― susurró, mientras seguía meciendo al niño para que se calmara ―El jefe, mi jefe, necesita unos papeles que estaban en tu oficina, pero que accidentalmente pude haberlos enviado a mensajería.

―Rachel. ¡¿Qué hiciste?! ― Hablé bajo ―Pásame eso que está en el sofá― Coloqué a Dem en el canguro ―Vamos a buscarlo.

Rachel algunas veces suele ser despistada, creo que ya lo han notado, la gente se me mira a cada paso que doy, probablemente porque llevo un niño amarrado a mí, o tal vez sólo sea mi imaginación que está igual de disparatada que la chica a mi lado. Por fin llegamos a mensajería, el hombre que nos atiende es, a mi parecer, un poco amargado.

Nos mira con cara de aburrimiento ―¿Qué quieren?― Hace un gesto con la boca un tanto extraño. Rachel toma la palabra.

―Disculpe la molestia, por accidente envíe algo que no era para esta área, sobre, mediano, color amarillo, ¿Podría por favor devolvérmelo?

―Mira, muñeca, no sé qué tengas en la cabeza, pero hay muchos sobres así alrededor, por si no lo has notado.

―No tenía que ser tan descortés. ― Ahora dirige la palabra hacia mí. ―No recuerdo la dirección, sé que si la veo sabré que es la correcta. Señor podría permitirnos revisar en la mensajería.

―Oh, claro que podría. Pero va en contra de las reglas.― Conozco ese tipo de chantaje, en otra ocasión no hubiera cedido, pero Rachel luce totalmente desesperada, saco mi cartera y le entrego un billete de veinte ―Aunque iré a tomar un café, volveré en unos quince, espero no verlas aquí― Sin más, sale y nosotras aprovechamos a buscar la maldita carta. A los cinco minutos mi celular suena al tono de Wham!, lo que significa una llamada.

―Ella, ¿Dónde estás? Y lo más importante, ¿Dónde está mi hijo?― Se oye irritado, y sé muy bien cuando no echarle leña al fuego.

―Señor, Ellison Los ojos de Rachel se agrandan aún más de lo normal ―Lo siento mucho, pensé que usted tal vez querría una taza de café después de su reunión, enseguida voy.

Volteo a Rachel ―Me tengo que ir― Toco su espalda ―Tendrás que seguir encargándote de esto.


Eres mi maldito problemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora