INFECTED

XXV

—Ya se están realizando las pruebas,  por el momento todo indica a qué es mayor la probabilidad de que sean acabadas con éxito, ¿Comprende lo que estamos a punto de lograr, señor Kim?

Borroso.

Su mente parecía estar sumergida en un sinfín de oscuridad, dejando funcionar solo su parte auditiva, mientras que los demás sentidos parecían no querer reaccionar. Lo primero que sintió fue el cansancio caer sobre él. Para ser exactos lo sintió pesar más en sus párpados. Y, en consecuencia; sus ojos acabaron aprisionados tras ellos, como si estuvieran encerrados tras las sólidas barras de una cárcel. Notó entonces, que sus labios estaban firmemente sellados, y que sus manos yacían inertes sobre una superficie suave.

Demasiado suave y cómoda como para ser real.

—Por supuesto que lo comprendo, es un enorme paso para la especie humana, al fin lograremos acabar con todo esto.

Un incesante pitido que resonaba cada dos segundos se coló por sus oídos. Insoportable. Desconocía las voces que charlaban tan cerca suyo, también desconocía el tema de la conversación. Sus brazos ardieron al igual que su cabeza, como si miles de agujas se hubieran clavado en ellos, y él no sabía si sentirse feliz porque su cuerpo empezaba a reaccionar o simplemente volver a dormir, porque todo le dolía como los mil demonios.

Al fin y al cabo sus sentidos resultaron como las piezas de un domino; cayeron uno detrás del otro. Pero poco a poco se volverían a armar. Lo supo cuando sus dedos se cerraron temblorosos, sujetando con fuerza la ligereza de una tela que, según le indicaba su tacto, estaba húmeda. Húmeda y tibia. Apretó los ojos aún sin poder abrirlos, sintiendo como su cabeza palpitaba ante el incesante dolor que lo había golpeado de repente.

—Exacto, es un gran paso para todos nosotros, salvaremos millones de vidas.

—Si, bueno, a costa de. . .

»¿A costa de qué?«

—¡Sueltenme!, ¡Se los suplico por favor!

Sintió sus vellos erizarse. El grito había rebotado desde lo lejos, y aún así, podía captar el fuerte pánico que se plasmaba tras esas palabras. Se preguntó que era lo que sucedía ahí adentro, por qué de la nada escuchaba tantos gritos de dolor cerca suyo, si podía jurar que antes no se escuchaban. Sus uñas rasguñaron las suaves sábanas blancas. Se sentía completamente aturdido, sofocado.

Pensó que el dolor era demasiado fuerte como para ser real. Pero lamentablemente, esa era la realidad.

—Si. . .a costa de ellos, ¡Encarguense del otro y que este bastardo ya cierre la maldita boca!

—¡No quiero entrar ahí!, ¡No quiero!¡SeHun!

—Individuo número ciento noventa y cinco; Oh SeHun, por favor, regrese a su celda o el equipo se verá obligado a tomar medidas agresivas en su contra.

Su nueva y asquerosa realidad.

—Hobi. . .

Ya puedes despertar.