Capítulo cinco

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Patry Heisel

Luego de que dejáramos la habitación del hombre las gemelas decidieron sacarme a tomar un poco de aire fresco, lo agradecí en gran manera ya que estaba comenzando a ahogarme con el aire y la soledad de la habitación.

Ahí fue cuando crucé miradas con el chico guapo de la estación de autobuses.

Lucía diferente a la última vez que lo había visto. Más maltratado.

Su ropa seguía siendo la misma. Al parecer a las personas en ese lugar no les importaba la higiene personal.

Pero lo que realmente llamó mi atención fue el hecho de que estaba esposado como si fuera un criminal. Eso me hizo cuestionarme qué rayos estaba pasando.

Amadis y Amatis también se quedaron anonadas mirando cómo el chico era llevado por lo que parecían ser dos hermanos, una chica y un chico.

Los chicos también notaron nuestra presencia, y, luego de observarme por unos segundos como si fuera una especie de criatura extraña, continuaron llevando a paso rápido al chico a un lugar que no pude divisar.

—Ya, vámonos. —escuché decir a Amatis pero lo ignoré y comencé a caminar en dirección al sendero por el que llevaron al chico guapo.

— ¡Patry! —gritó Amadis y se acercó rápidamente a mí y me tomó del brazo—. Vi cómo se miraron, ¿se conocen? —preguntó en un susurro y asentí lentamente.

A tan solo unos pasos de nosotras se encontraba Amatis pero estaba distraída con una abeja que había aparecido de repente, por lo que Amadis continuó hablando.

— ¿Conoces su historia? —inquirió de tal manera que indicaba que ella sí la conocía.

—No, ¿cuál es...? —cuestioné ansiosa por saber quién era ese chico.

Sin embargo fuimos interrumpidas por la voz severa de Amatis.

—Vamos. A la habitación. —manifestó y Amadis se convirtió en la gemela robot que solía ser alrededor de su hermana.

Las gemelas me llevaron a la habitación a paso rápido, como si temieran que alguien las viera. En cuanto cerraron la puerta me desataron las manos y se colocaron en su acostumbrado puesto justo al lado de la misma.

A pesar de que las cintas no estaban para nada apretadas, no pude evitar sentirme significantemente mejor por al fin tener las manos liberadas.

Ante ese pensamiento llegó a mi cabeza la imagen del chico guapo esposado.

Mientras las gemelas hablaban entre sí de manera inaudible decidí acostarme y quitarme los zapatos por un rato.

Ya en la comodidad de la cama, comencé a organizar mis ideas.

Me apunté para un campamento de cuatro semanas al aire libre, al parecer eso fue una trampa para juntarnos al chico guapo y a mí en un mismo lugar. No podía ser coincidencia que fuéramos los únicos en la estación de autobuses ese día.

A ambos nos habían llevado en el mismo auto negro, o eso creía, pero nos separaron en cierto punto. No podía decir con exactitud hacía cuánto nos habían secuestrado pero sí sabía que el chico había estado durmiendo en un lugar que no era la mansión.

Algo en mí lo sabía.

Sin embargo, él parecía magullado y cansado, cosa que me llevaba a pensar que lo habían estado torturando o algo por el estilo.

Ese pensamiento causó que mi estómago se revolviera.

Levanté la mirada hacia las gemelas cuando noté que los murmullos habían cesado y me encontré con unas miradas curiosas de su parte.

Secuestrados por la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora