Patry Heisel
Tenía que hablar con Mason.
Luego de mucho trabajo por fin había conseguido pruebas físicas que podían convencerle de que el Alfa estaba de nuestro lado y que sus intenciones eran tan buenas como las mías.
No defendía que el hombre me hubiera dejado cuando era un bebé, ni que me hubiera alejado de mi madre biológica -de quien no sabía nada-, pero entendía por qué hizo lo que hizo y pese a que estaba enojada con mis padres adoptivos por nunca hablarme de mi verdadera naturaleza, no podría haber deseado una mejor familia.
Con esas cosas en mente caminé apresuradamente hacia el lugar donde se encontraba la celda de Mason, en mis manos sostenía una carpeta con reportes de las buenas acciones que había hecho el Alfa en ese pueblo y con toda la manada. Tal vez eso terminaría de convencerle.
No pude evitar sentirme nerviosa mientras me acercaba a la celda de Mason, todavía recordaba la hostilidad con la que me había tratado la última vez que había estado ahí y cada vez que pensaba en eso me sentía triste y ¿asustada?
En los últimos días una sensación de miedo había comenzado a atormentarme y no podía distinguir si era por el miedo a dirigir una manada o si era por el hecho de que sentía que lentamente estaba perdiendo a Mason.
Aunque no había nada para perder.
A tan solo unos pasos de la celda pude notar que había algo extraño en ella.
Estaba ligeramente abierta.
Fruncí el ceño y me acerqué rápidamente para ver qué estaba pasando con Mason, pero para mi sorpresa la celda se encontraba vacía.
— ¿Mason? —le llamé mientras me adentraba a la celda mas sin embargo no hubo respuesta alguna.
Intenté con el baño, pero tampoco estaba ahí.
En ese momento comencé a sentir pánico. Alguien había sacado a Mason y se lo había llevado para hacerle supiera Dios qué cosas.
Sentí la carpeta deslizarse en mis manos pero no me importó. Tenía que saber qué había pasado con Mason.
Corriendo me dirigí a la salida del lugar y emprendí mi búsqueda por el terreno del Alfa, encontrando simplemente árboles.
Con el corazón en los pies decidí adentrarme a la casa para ver si encontraba a alguien que supiera dónde estaba pero en el camino solo me topé con varios hombres lobos que hicieron una pequeña reverencia ante mí y siguieron su camino, ignorando completamente la pregunta desesperaba que escapaba de mis labios.
¿Dónde estaba Mason?
De repente dos figuras silenciosas aparecieron frente a mí.
— ¿Estás bien? —preguntaron al unísono las gemelas y me miraron curiosas.
—No, no encuentro a Mason. Su celda estaba vacía. ¿Lo han visto? —cuestioné rápidamente y apenas me di a entender.
Las gemelas se mostraron pensativas y luego de mirarse entre sí negaron con la cabeza.
Pasé a su lado y continué corriendo por toda la casa, escuché que gritaron algo a mis espaldas pero no le presté atención.
Ya sabía adónde tenía que ir.
En un par de zancadas ya estaba frente a la puerta, esa estúpida puerta que tanto detestaba.
Toqué un par de veces y tras escuchar la invitación del Alfa proseguí a abrir la puerta.
—Mi niña. —pronunció el hombre mientras se sentaba en la cama. Podía jurar que se veía más enfermo que antes.
— ¿Sabes dónde está Mason? —pregunté sin rodeos y vi que el Alfa asintió con una sonrisa.
—Lo dejé escapar. —respondió con simplicidad.
¿Qué? ¿Así de sencillo?
— ¿Cómo que lo dejaste escapar? ¡Es demasiado peligroso allá afuera! —espeté ante el pensamiento de Mason vagando por el bosque sin saber hacia dónde ir.
—Creí que eso era lo que querías. ¿Por qué no estás contenta? —cuestionó el Alfa con confusión y rastros de tristeza en la voz, causando que mi expresión se suavizara.
Obviamente lo había hecho porque yo se lo pedí.
—Debiste habérmelo dicho. No le hubiera dejado irse solo. —me limité a decir y fui a sentarme a su lado.
—Tienes razón. —manifestó el hombre y de repente algo me llegó a la mente.
— ¿Por qué no lo enviaste en un auto a su casa? ¿Por qué tratarlo como si fuera un criminal? —pregunté con sospecha en la voz.
El Alfa respiró profundo y se giró a mirarme.
—Hay alguien muy peligroso que tiene interés en el chico. No podía permitir que se enterara de que lo teníamos. No ahora. —explicó el hombre con voz cansada y me detuve a analizarlo por unos segundos.
— ¿No ahora? —interrogué con el ceño fruncido.
—Mason era nuestra ventaja contra el enemigo. Pero eso ya no importa, debí haber visto antes que la seguridad del chico era más importante. —se lamentó el Alfa y me mostré confundida.
— ¿Te refieres a El Jefe? —cuestioné y el hombre asintió lentamente.
— ¿Y qué tiene que ver Mason con él? —pregunté y tuve el presentimiento de que no me iba a gustar la respuesta.
—Mason es un descendiente de los Black. El Jefe es su tatarabuelo. —respondió finalmente y tuve que sostenerme de la cama para no caerme.
Mason, tataranieto de un Black. ¿Eso quería decir que era un lobo? Eso no podía ser, ¿cierto?
Todo era tan claro y tan confuso al mismo tiempo.
— ¿Qué pasaría si El Jefe se enterara de que tenías a Mason? —inquirí mientras me levantaba de la cama. Una mueca se formó en el rostro del Alfa.
—Podría capturarlo, o peor... —pronunció el hombre y entendí perfectamente a lo que se refería.
Instintivamente me puse de pie y salí a paso rápido de la habitación.
En el camino me topé con las gemelas que me miraron raro pero parecieron entender lo que iba a hacer, ya que, me miraron como si intentaran decirme algo. En un fragmento de segundo pude ver que los labios de Amadis se movieron, y podía jurar que dijo la siguiente palabra: Llévanos.
Desconcertada continué corriendo pero no pude sacar de mi cabeza lo que acababa -o eso creía- de ver.
No culparía a las gemelas si quisieran irse de allí. Cada día un nuevo moretón aparecía en sus cuerpos y por más que me partía el corazón verlo, me habían dicho que no les gustaba hablar del tema por lo que había dejado de preguntar.
Tenía que hacer algo con esta tal Ama.
Pero tomando en cuenta la situación, tuve que dejar a un lado esos pensamientos y enfocarme en correr hacia el bosque.
— ¿Patry? —escuché a alguien detrás de mí y me detuve de golpe.
Me di la vuelta lentamente y me encontré con Julie y Will.
— ¿Han visto a Mason por los alrededores? —pregunté con la voz agitada y ambos se mostraron confundidos.
— ¿Qué dices? ¿No está en la celda? —cuestionó Julie con evidente preocupación y rodé los ojos sin disimulo. Ellos eran los responsables de saber dónde se encontraba Mason en todo momento.
No respondí. Simplemente me giré y continué corriendo, desapareciendo rápidamente entre los grandes árboles.
Tenía que encontrar a Mason y no iba a detenerme hasta lograrlo.
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Secuestrados por la Realeza
FantasyUnas vacaciones lo pueden cambiar todo. Desde la manera en que te sientes acerca de la vida hasta la vida en general. El misterioso sentido de la vida se puede encontrar en las cosas que nos rodean, y a veces esas cosas no siempre son lo que creem...