Capítulo diecisiete

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Mason Percy

Tener la garganta seca era bastante irritante.

Bueno, en sí ya estaba irritado.

El salir de los terrenos del Alfa había sido una bendición para mí pero al mismo tiempo una desgracia ya que, no sabía adónde ir.

Me encontraba cruzando el río que separaba los terrenos del Alfa de los otros, esperaba, ansiaba que al pasar ese río y los árboles que le seguían, me encontrara con una carretera o algo que me llevara a casa.

Casa...

Nunca había considerado esa casa como el lugar donde pertenecía, pero ahora no veía la hora de volver allí.

Lamentablemente al cruzar el río -y todo el paisaje verde que se atravesó en mi campo de visión- no encontré lo que esperaba. Había una casa, mejor dicho una mansión de un tamaño explícitamente exagerado.

Creí que el destino o quien fuera me estaba jugando una broma.

¡Era una casa idéntica a la del Alfa!

¿Acaso tenía dos iguales?

Un golpe en la rodilla me hizo salir del trance.

— ¿Qué quieres, vil mendigo? —preguntó un tipo con fachas de militar, estaba vestido con unos jeans azules y suéter en V del mismo color. Era moreno, con hombros musculosos.

A simple vista no me pareció ser un hombre del Alfa, cuyos rasgos eran más perfilados y siempre vestían de negro.

Fue un tanto difícil captar lo que dijo después, siempre escuchaba todo con rapidez pero esa vez no estaba en mis cinco sentidos.

El moreno se acercó más a mí, luciendo intimidante y curioso.

—Te hice una pregunta. —gruñó.

No respondí, no quería, no debía.

Mantuve mis labios juntos, mis puños apretados. No volvería a estar en una prisión como en los terrenos del Alfa, quizás ya no tenía la práctica de antes pero me defendería con todo lo que estuviera a mi alcance para salir de ahí.

Otro hombre se acercó a nosotros, era parecido al primero pero en éste había cierta confusión en su rostro.

—Jhon, ¿qué haces con este chico? —indagó el segundo.

El primero -que si no me engañaban se llamaba Jhon-, ladeó su cabeza.

—Es un mendigo, quiero sacarlo de los terrenos.

—No —bramó el segundo—, llévalo con El Jefe.

Mi cuerpo entró en un completo déjà vu y mi primera reacción fue correr en sentido contrario al de los dos hombres, pero ellos fueron más rápidos y me siguieron.

— ¡Hey! ¡Ven aquí!

Ambos exclamaron pero yo no me detuve por nada, tenía que correr.

Y lo habría logrado si no hubiera sido porque al llegar a los límites el hombre mayor con bastón que decía ser mi tatarabuelo estaba frente a mí.

Detuve abruptamente mi huida.

Él, mi supuesto tatarabuelo, me miró con una sonrisa ladeada que rozaba lo malévola.

—Sabía que vendrías.

***

Víctor Black -o El Jefe, como lo llamaban todos aquí-, mi supuesto tatarabuelo, accedió a que me podía quedar en su casa mientras lograba regresar a la mía.

Secuestrados por la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora