Capítulo veinte

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Onmisciente

Primera parte

Aquella noche las estrellas no se veían, la luna estaba en su cuarto menguante entre las nubes así que apenas alumbraba el camino de los seis jóvenes que iban en búsqueda de El Jefe.

Will llevó la delantera, indicándoles el camino que seguir, resguardando a todos los demás.

Julie iba detrás de éste, guardándole la espalda, sabía lo que les esperaba al llegar y tuvo miedo de lo que les podría suceder a alguno de ellos.

Patry iba pisándole los talones, quería ser ella la que terminara esa guerra y sabía que lo podía hacer más sencillo simplemente aceptando su responsabilidad, sabía que sería difícil tomar las riendas de una manada pero si no lo hacía se sentiría como una cobarde. Cada vez más se inclinaba por esa decisión.

La vida se trata de desafíos y si no me atrevo a culminar este estaré en la derrota, pensó ella.

Las gemelas la siguieron con mucho temor en sus miradas pero estaban criadas para obedecer y proteger a su Alfa, y en esos momentos Patry lo era.

El ultimo era Mason que mantenía la guardia alta, observando a sus alrededores por si veía algún movimiento en falso, quería proteger a todos medios a Patry pero no podía tratarla como si fuese de cristal y tampoco podía encerrarla. Patry era una chica vivaz y terca, y aunque no le gustaba admitirlo eso era lo que más le atraía de ella.

Todos se mantenían justamente uno detrás del otro cuando pudieron divisar a un grupo de hombres que buscaban algo o a alguien entre el bosque.

Will se giró a mirarlos.

—Abajo —susurró—, permanezcan así hasta que sepamos a quién o qué buscan.

Tal como dictó su orden todos la acataron, los hombres siguieron buscando pero no se acercaron demasiado hacia la cueva donde estaban escondidos el grupo de jóvenes, y entendían la razón de esto ya que, la perspectiva que daba la cueva en su dirección era la de ser una gran roca pero no un buen escondite.

Un hombre alto que llevaba una cinta blanca amarrada a su antebrazo observó a todos los demás.

—Busquen, debemos encontrar al tataranieto de El Jefe. —ordenó.

Mason al oír dichas palabras palideció y pensó que todo eso era culpa suya, estaba arriesgando la vida de personas inocentes por algo que sólo tenía que ver con él. Quizás si dejo que me maten los dejen libre, no sería capaz de dejar que personas inocentes mueran a causa de nada; es mejor morir por valiente que vivir por cobarde ¿no?, había dicho él en su mente.

Intentó salir de su escondite para entregarse y poder acabar con todo eso pero una pequeña mano en su muñeca lo detuvo, tirando de él con fuerza hacia abajo.

Miró a Patry a los ojos.

—No vayas, eso es lo que quieren —susurró Patry lo más bajo que pudo—, si... si te mataran todavía El Jefe viviría para poder ocupar el puesto del Alfa. —su voz se volvió temblorosa ante aquellas palabras que tanto le costaba pronunciar—. Irías por el camino fácil, no lucharías por lo que quieres.

Mason sintió la realidad de aquellas palabras golpearle, y tenía razón, él sólo era una pieza más en el tablero de ajedrez, un simple peón que sería muy fácil de derribar. Pero El Jefe no era un simple peón, El Jefe buscaba quedarse con el puesto del rey y para eso tenía que derrocarlo.

Mason debía ser un peón más fuerte que eso, apretó la mano de Patry confirmando que haría lo que fuese necesario para ganar no sólo esa batalla, sino la guerra completa.

Secuestrados por la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora